Rabo de ají

Naturalia

Pascual Gaviria
21 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

La escena podría suceder en uno de esos dramas animados que recrean rivalidades y apegos humanos en el cuero de algunos cuadrúpedos. Hace un año vimos las imágenes de animales salvajes olfateando con curiosidad las cavernas de los metros y recorriendo los cotos de caza de algunas avenidas. Un jabalí disputa los restos de una basura esquinera con dos gatos aprendices en las lides callejeras. Un gato tuerto, como uno más de la manada que se ha duplicado en cercanías de la Acrópolis en Atenas. Las cifras de los voluntarios griegos que los alimentan a falta de las sobras restauranteras hablan de mil felinos que deben tener a las ratas en retirada. El cierre de las puertas de las casas trajo desamparos imprevistos para los humanos, espacios para los animales silvestres y sobrecarga de trabajo y abandono para las mascotas.

Muchos citadinos comenzaron a buscar un compañero de jaula. Lealtad y dulzura son dos cualidades que suelen asociarse con las mascotas como especie de juguete incondicional. Pero muchas veces se olvida que sus dueños deben darles cuerda con comedimientos y cariños recíprocos, así sean fingidos en forma de galletas. Imaginen a un alemán bien cebado, primo segundo de un jabalí, para no cambiar de ejemplo, comprando un labrador cachorro por internet después de una maldita reunión en Zoom. ¿Es posible pensar en algo más patético? Un titular de la Deutsche Welle en marzo pasado hace las cuentas del momento: “Según la Asociación Canina Alemana (VDH), en 2020 se compraron alrededor de un 20 % más de perros que en años anteriores”. Cifras similares se han visto en Estados Unidos y por toda Europa. En Reino Unido desde hace unos meses se habla de “pandemic puppies” para referirse a los cachorros recién llegados a cuartos, casas y apartamentos.

Pero las cosas deben volver a la normalidad y muchos de los humanos comienzan a salir a sus cubículos (jaulas un poco más estrechas) y a cansarse de los juguetes y sus deposiciones. De modo que los animales silvestres retroceden y muchos de los domésticos van a las calles para conocer el hábitat salvaje que les ha correspondido entregar en pago por un miedo y un tedio que no comprenden. El titular de un periódico inglés hace las cuentas de lo que podríamos llamar el crecimiento de una vieja especie: “Según Battersea Cats and Dogs, los perros callejeros en el Reino Unido podrían aumentar hasta un 27 % en los próximos cinco años”. En Madrid se autorizó a un grupo de voluntarios, durante los confinamientos, para salir al parque de El Retiro a alimentar a la manada de gatos callejeros que crece. Unos humanos salen corriendo de sus casas, solo permiten una hora tres días a la semana, para alimentar a muchos de los gatos que otros humanos han sacado de las suyas. Sería un capítulo interesante para Nat Geo, ya que unos de sus fotógrafos se han dedicado a enfocar loros en el espaldar de sillas y serpientes en el brazo de algún veterano envenenado con whisky en las tardes. Y para que no crean que todo pasa tan lejos, es necesario recordar la cifra que entregó en septiembre pasado Nicolás García, el gobernador de Cundinamarca, al declarar la alerta sanitaria: más de 12.000 mascotas abandonadas en los 116 municipios del departamento.

Durante algunas correrías por la ciudad quieta que dejan los confinamientos he visto el auge de los campamentos de recicladores y habitantes de calle. Muchos animales domésticos pasan de un brinco a la vida salvaje de sus carretas. Campamentos con tres y cuatro perros que se van curtiendo en vigilancia extrema, duetos de compañía en una sola carreta y jaurías cartoneras en las bodegas de entrega. El perro como el mejor amigo del hambre.

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Mauricio(86710)21 de abril de 2021 - 10:07 p. m.
Interesante genero literario.
Duncan Darn(84992)21 de abril de 2021 - 06:27 p. m.
Falta una adecuada educación ambiental. Los que alimentan palomas en los parques urbanos , no tienen idea del daño que producen en los tejados circunvecinos. Las toneladas de comida, léase sobrealimentación, se transforman en pesadas capas de excrementos, nidos, pichones muertos y aumento de esta plaga, amén de posibles enfermedades respiratorias para los que vivimos cerca a los parques.
  • CarlosUribe(33105)21 de abril de 2021 - 08:07 p. m.
    La verdadera plaga en la tierra es la humanidad.
zeksalev(5755)21 de abril de 2021 - 09:51 p. m.
¡Oiga, Danielito (84992), ser desalmado! ¿Es acaso un sarcasmo que no entendemos la mayoría de los mortales? Es posible que la paloma, como ícono religioso, que representa a la tercera persona de la Divinidad Cristiana, no mueva su congelado corazón, pero es inconcebible que proponga la exterminación por hambre, al anatemizar a los bondadosos humanos que las alimentan.¡Usted no tiene cura!
  • Duncan Darn(84992)22 de abril de 2021 - 01:28 a. m.
    Perdone le respondo tan tarde. La sobrealimentación de cualquier especie animal es causa de superpoblación en cualquier lugar del mundo, especial con estas aves. Las consecuencias de insalubridad originada por las palomas me han afectado . No pido que las eliminen, sólo que.no las sobre alimenten. No soy religioso (de verdad no tengo cura) . Me atengo al funcionamiento normal de la naturaleza.
Atenas(06773)21 de abril de 2021 - 04:41 p. m.
Y el hombre, comprendido en esto ambos géneros, no supera aún sus desvaríos. Y sea q' estemos en la cima o en la sima nos damos contra los muros; inconclusos fuimos y la angustia existencial, solos o acompañados, nos mantiene acomplejados. Seguimos como en obra negra, el escapismo es nuestra ventanita de respiro: mire ud. cuál abre.
María(6115)21 de abril de 2021 - 01:27 p. m.
Oiga Pascual, qué buena columna. Imagine en el campo: se ven las galladas de perros que debieron ser lindos de cachorros, libres y hambrientos, comiendo gallinas y basura, que es lo qué hay. Y dan miedo.
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