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Paz y capitulaciones

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Pascual Gaviria
29 de octubre de 2014 - 03:23 a. m.
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Hace 20 años el Estado cerró la negociación con el cartel de Medellín.

 Se dice que el presidente no podía salir de la Casa de Nariño, sus guardianes no garantizaban nada por fuera del sótano de Palacio: Gaviria Trujillo y Escobar Gaviria vivían encaletados en medio de los bombazos y la cacería. Las capitulaciones terminaron como decretos y las ciudades tuvieron una tregua indispensable. No había tiempo para las finuras jurídicas ni para el orgullo institucional; era cuestión de miedo y supervivencia. Bogotá, Cali y Medellín descansaron de la paranoia del carro bomba.

Imponer desde las capitales unas obligaciones desproporcionadas a los acuerdos de La Habana podría traer cierta tranquilidad de conciencia, y al mismo tiempo podría resultar injusto para quienes deben seguir caminando entre minas quiebrapatas. Es como si desde los municipios lejanos a las grandes capitales hubieran puesto el grito en el cielo por las condiciones blandengues de los decretos de “sometimiento” hechos a la medida de Escobar y sus hombres.

La democracia no puede entregar un voto diferenciado para quienes sufren la guerra y para quienes la siguen en el noticiero. Pero siempre es interesante saber qué piensan las familias que tienen un hijo en edad de reclutamiento forzado o un primo en las Farc o una visita mensual de sus verdugos de décadas. Los resultados en las pasadas elecciones presidenciales pueden dar algunas luces sobre lo que se piensa en esas regiones respecto a un posible acuerdo en La Habana. En últimas, el gran antagonismo planteado por Santos y Zuluaga giró respecto a la negociación.

Luego de la primera vuelta presidencial, La Silla Vacía mostró los resultados en los 76 municipios con mayor presencia de las Farc en los últimos años. Los candidatos que apoyaban el proceso (Santos, Peñalosa y Clara López) ganaron en 58 de ellos y el presidente logró algo más de una tercera parte de los votos, cerca de 10 puntos por encima de Zuluaga. Sin embargo, no todo es tan sencillo. La segunda vuelta, donde la pugna fue más fuerte y por tanto más clara para los electores, dejó algunas sorpresas. La primera fue el triunfo completo de Óscar Iván Zuluaga en el Huila, donde obtuvo el 70% de los votos y ganó en todos los municipios. En Caquetá, el candidato del Centro Democrático dobló al presidente Santos. No todas las víctimas tienen una misma idea del pasado de la guerra y el futuro de la paz. Santos, por su parte, ganó de largo en Cauca, Putumayo y las zonas calientes de Norte de Santander.

Los resultados en Antioquia nos pueden dar una respuesta sobre la guerra y la reconciliación. En los municipios donde los frentes 18 y 36 concentran su acción en el departamento, ganaron Santos y su discurso conciliador: Ituango, Anorí, Campamento, Tarazá, Cáceres, El Bagre marcaron una amplia ventaja para la reelección. Mientras en los municipios del Oriente, donde las Farc mostraron su peor cara y el Estado ha ido recuperando su espacio, Zuluaga barrió sin atenuantes. En Nariño, Antioquia, que sufrió a Karina y sus hombres, el 84% votó por Óscar Iván. Cada plaza mide su rencor y su esperanza. No hay fórmulas, no se pueden descalificar ni la rabia ni el miedo.

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