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El alcalde Daniel Quintero ha reunido a los grupos más disímiles alrededor de la protesta y el descontento. Enfilar a los bomberos y a los jardineros en la misma orilla confirma al menos su poder de convocatoria. Esas dos protestas son una buena caricatura de la política de pendencias y acomodos burocráticos que caracteriza al gobierno de Quintero, especialista en hacer pasar los ajustes a la nómina oficial como combates en defensa de lo público.
Empecemos por las ramas. Quitarle buena parte del manejo de las zonas verdes de Medellín al Jardín Botánico fue un golpe que sorprendió a la ciudad entera. El alcalde dijo que lo hacía para proteger a las empresas del conglomerado público, que primero era lo primero y segundo era el Jardín. Pero un contrato de $4.000 millones para el mantenimiento de las zonas verdes de la ciudad terminó en las manos de una empresa privada, Reforestadora El Líbano, como abono para sus amigos liberales.
Sigamos con las llamas. Hace unos días vimos a los bomberos, manguera en mano, en las afueras de La Alpujarra. No hay uniformes, más de 14 máquinas están varadas y el pasado septiembre se terminó la vinculación de los contratistas. La Alcaldía cerró la puerta de las estaciones para que nadie las viera convertidas en talleres.
Pero esas no son las únicas duplas dispares que uno le puede enfilar a Quintero para una rechifla. ¿Será posible ver un alcalde que pelee al mismo tiempo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y con los silleteros de Santa Elena? En la pasada Feria de las Flores los encargados de la organización dejaron a 400 silleteros sentados durante horas sin definir si entrarían o no al Atanasio para el cierre del desfile. Ya se sabe quién es el dueño del atril para la pantalla. Muchos silleteros se sintieron humillados y al otro día hubo nuevo desfile y plantón en Santa Elena.
El presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, dijo hace unas semanas que el banco está preocupado por los constantes bandazos de la administración respecto a Hidroituango: “Quisiéramos ver que este proyecto sea operacional; sin embargo, cuando no hay certidumbre y cada seis meses estamos hablando de que cambian los términos, por lo menos ahí es donde tenemos que enfocarnos y asegurarnos”. Quintero está empeñado en el cambio de consorcio, aunque desde todas las orillas le adviertan que ese remedio saldrá más caro que la enfermedad.
El alcalde logra intersecciones tan disímiles que no queda más que admirarlo. Hace poco sentó en la misma tribuna a Álvaro Guillermo Rendón, exgerente de EPM y padrino suyo, y a los contratistas de Hidroituango, que ha señalado como el coco desde hace dos años. Para terminar la pirueta, sentó en el mismo sitio al sindicato de profesionales de EPM, que denuncia a diario el manejo negligente e irresponsable impuesto desde la Alcaldía. Rendón tiene demandada a la empresa por sacarlo a la brava al no seguir la línea del alcalde y ha dicho que Quintero tiene intereses propios que van en contra de los intereses de EPM. Coincide con las denuncias (penales incluso) del Consorcio CCC, constructor de Hidroituango, por los señalamientos falsos y desproporcionados del alcalde. Un detalle suelto: la planta de personal de EPM ha sumado más de 700 personas desde la llegada de esta administración.
El alcalde de Medellín busca reducir toda crítica a dos bandos. La juventud y la renovación versus la derecha y los intereses empresariales. Pero la verdad es que desde muy variados partidos, desde decenas de empresas y sectores, desde cuchitriles y oficinas abullonadas se conocen y se sufren sus negociados con disfraz de firmeza administrativa. Daniel Quintero solo vive y disfruta de la paz de los lagartos.
