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Rabo de ají

Primer “round”

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Pascual Gaviria
01 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
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La fatiga terminó siendo palabra clave en esta larga campaña hasta el primer round. La pandemia, el paro nacional, el Gobierno entre insulso y provocador, los abusos policiales, los debates repetidos y los ataques obstinados entre candidatos reforzaron la necesidad de un vuelco. El cambio que marcó la gran exigencia de la opinión pública fue insuficiente y el cansancio general movió la aguja hacia una opción literalmente descabellada.

Todo se fraguó lejos del centro geográfico —del centro político ni hablar—, en las orillas de las grandes capitales y en la margen de los discursos más complejos y más debatidos, más allá de los titulares sonados y de las declaraciones de caricatura de los “jefes” políticos. Y de nuestros enconos más conocidos. La periferia sorprendió, su voz a voz de esquina, una indignación más espontánea y silenciosa. Rodolfo Hernández consiguió su paso a la segunda vuelta en ciudades intermedias y muchos municipios con menos de 50.000 habitantes: Cundinamarca, que esta vez no fue el eco de Bogotá; Boyacá, que no obedeció a Carlos Amaya; Casanare y Meta, que olvidaron su uribismo acérrimo; Huila, que ignoró a Rodrigo Lara; Tolima, que marcó lejos de los directorios, y hasta Caldas, que prefirió un conservador de hijueputazo a sus sepulcros blanqueados. Y los Santanderes, que fueron su base y su casa, el case regional que lo mantuvo por encima del 10 % durante seis meses y no lo dejó caer en la irrelevancia. Rodolfo Hernández no solo robó votos a sus competidores sino que atrajo nuevos votantes, seis departamentos donde ganó fueron los de mayor participación en el país.

Desde la campaña de Petro se habló mucho de los nadies, sin duda sus más de ocho millones de votos recogen voces ignoradas por años; pero el ingeniero representó a otros nadies, más cercanos al grito y, por qué no, al insulto que al reclamo social. Los nadies de la fatiga más básica. Para ellos, Gustavo Petro representa un político más, el establecimiento rebelde, si es que eso existe. Por eso mismo oímos el domingo al líder del Pacto Histórico tomando las frases tibias que tanto repudiaba: “Queremos un cambio pero no un salto al vacío”. El gran interrogante es dónde puede crecer Gustavo Petro. Ganó de largo en tres de las cuatro capitales más importantes, barrió en el Pacífico y fue mayoría absoluta en el Caribe. Sacó casi los mismos votos que en la segunda vuelta de 2018. ¿Ese es de verdad su sonado techo? ¿Puede crecer en el Caribe, donde la participación estuvo 10 puntos por debajo del promedio nacional? No es fácil, los incentivos ya están un poco gastados y el votante nuevo, se supone más reacio y más primario, parece cercano al discurso insolente de Rodolfo.

El uribismo, por su parte, se vio obligado a guardarse en sus cuarteles de invierno. Ni Uribe en silencio fue suficiente para que su figura no fuera un lastre. Federico Gutiérrez, muy cómodo en casa, muy marcado por el Gobierno y muy embelesado con los empresarios más histéricos frente a Petro, sacó uno de cada cuatro votos en Antioquia. Fico nunca logró ser un candidato con atractivos y posibilidades nacionales, y los partidos mostraron de nuevo que no suman en las presidenciales, sirven para gobernar por su clientela fija en el Congreso, pero no para elegir.

Por ahora todo parece cocinado en el asador de Rodolfo. Todavía hay quienes no lo conocen y pueden conectar con sus agresiones al mundo entero; tiene imagen favorable en positivo y atraerá a un gran porcentaje del voto anti-Petro de quienes votaron por Fico. La rabia de Rodolfo es la de una buena parte de los colombianos, la rabia simple, sin discurso, la equis que se marca rompiendo el tarjetón. La misma que puede romperlo todo.

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