Rabo de ají

Riesgo fiscal

Pascual Gaviria
06 de diciembre de 2017 - 04:30 a. m.
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La Fiscalía ha comenzado  a combinar todas las formas de lucha. Las investigaciones criminales, las órdenes de captura, las acusaciones ante los jueces son ahora solo una parte de su tarea.

Por otro lado se dedica a las filtraciones selectivas para crear un clima de opinión que empuje sus tesis, al espectáculo de las capturas y los titulares como si fuera una agencia de prensa, y a presionar a los jueces más allá de las audiencias públicas. Un populismo temerario impulsa muchas de sus actuaciones frente a funcionarios y exfuncionarios. Con una campaña que más parece el título de una canción mala, “Bolsillos de Cristal”, ha comenzado una cacería que según Néstor Humberto Martínez busca “recuperar el tejido ético de la nación”. El fiscal general dice que pasó el tiempo de las “dubitaciones” y que ante el fracaso de la sociedad civil y la prensa libre contra la corrupción ha llegado “la hora de la justicia”. Nada más peligroso que ese grito en boca de un convencido, de uno que tiene las llaves de la cárcel y no le caben dudas; sobre todo cuando es además relacionista público, consejero de contratistas, político soterrado y abogado panelista.

En los últimos meses la Fiscalía ordenó las capturas de los alcaldes y dos exalcaldes de Montería y Santa Marta, y del exalcalde de Neiva. En todos los casos los jueces de control de garantías han liberado a los acusados. Luego de la decisión más reciente, referida a Carlos Caicedo y Rafael Martínez, el juez de control de garantías le pidió al fiscal encargado del caso rectificar sus declaraciones tras la audiencia. Ahora los fiscales salen a descalificar en los medios a los jueces que niegan sus peticiones, y que se niegan a sostener reuniones privadas para tratar temas que exigen audiencias públicas, como lo propuso en este caso el director seccional de la Fiscalía del Magdalena. Alegra que algunos jueces tengan claro que con la libertad de los no vencidos en juicio es mejor andar con pies de plomo que con embelecos de cristal.

Los antecedentes de Carlos Caicedo en la Universidad del Magdalena y en la Alcaldía de Santa Marta demuestran que ha hecho mucho más contra la corrupción que los peligrosos alardes de la Fiscalía. Como rector la pelea contra los poderes de Trino Luna, condenado por parapolítica, le valió reconocimientos por parte del Ministerio de Educación y los estudiantes. Y le valió una condena a ocho años que tumbó el Tribunal Superior de Bogotá. Caicedo sabe de acusaciones falsas y fiscales falaces. Como alcalde e impulsor de acciones populares y tutelas ganó varias peleas contra Metroagua y sus pretensiones de apoderarse de las redes de acueducto de Santa Marta o exigir a cambio $60.000 millones. La empresa es controlada por la española Inassa, que tiene a varios de sus directivos en la cárcel por pago de sobornos y otras aventuras. Las acusaciones actuales contra Caicedo y Martínez tienen que ver con retrasos y sobrecostos en obras contratadas en sus administraciones. La lupa del fiscal quema a quien él decida apuntar. Con ese rasero todos los funcionarios deberían ser esposados y retratados para el show de la Fiscalía. Hasta Luis Miguel el Mello Cotes, exgobernador del Magdalena, ficha de Cambio Radical, y responsable del contrato de la vía de La Prosperidad que luego de cinco años de “trabajos” está en la inopia.

Con Marcos Daniel Pineda y Carlos Correa en Montería las cosas han sido parecidas. Retrasos y sobrecostos en la construcción del coliseo Miguel Happy Lora. En este caso la detención preventiva se desestimó en dos instancias mientras la Fiscalía sigue presumiendo de su firmeza. En Neiva el exalcalde Pedro Suárez fue liberado luego de tres meses. Los encargados de vigilar y ejecutar los contratos seguían libres y batallando por nuevos negocios mientras los funcionarios estaban en la cárcel. El Tribunal Superior del Huila tumbó la detención pero la Fiscalía se contenta con la foto de la captura, esa es su primera instancia.

Peligros de la “hora de la justicia”. Pasa en Colombia, pasa en las capitales, pasa en la vida real.

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