Solo el dolor puede trazar el mapa de la ruta que siguen los ciclistas. Según sus reglas, para conocer una carretera es necesario medirla con los piñones, adivinar el ahogo que trae una curva que se empina más de la cuenta, esperar el viento en contra que promete una recta eterna. Los primeros circuitos de entrenamiento, recorridos con las bicicletas de materiales menos nobles, son la patria chica de los corredores. Allí está el recuerdo de sus esfuerzos iniciales y sus glorias menores, están los paisajes que los criaron y los estragos de alguna curva memorable. Y están, por qué no, los paraderos para complacer la memoria del...
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