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La pugnacidad definió el 2025 en Colombia. Desde marzo de 2024 Petro comenzó a hablar de la campaña que elegirá el próximo presidente de Colombia, pero fue al inicio del año que hoy termina cuando sonó la campana para los primeros golpes, y no hubo round de estudio.
El primer asalto fue del ELN en el Catatumbo, un golpe más duro que blando que dejó cerca de cincuenta mil desplazados. El presidente arremetió contra el ELN. Pablo Beltrán había dicho en 2023 que eran “socios” del gobierno en varios asuntos, pero la sociedad terminó y Petro los llamó paras y narcos. De la mesa al ring. El presidente decretó una conmoción interior que no dio un brinco en la Corte. Por supuesto, vinieron los amagues contra el poder judicial.
El segundo round se dio a finales de enero con una pelea de amanecida entre Gustavo Petro y Donald Trump. El trino de Petro a las tres de la mañana decía que Estados Unidos no podía tratar como delincuentes a los migrantes: acababa de negar el aterrizaje de dos aviones con deportados que llegaban desde el norte. Trump respondió con una derecha para el K. O. Aranceles del 25 % y Petro se declaró terco de nacimiento: “Su bloqueo no me asusta, porque Colombia además de ser el país de la belleza, es el corazón del mundo”. Al final desde la esquina, Murillo, Sarabia y García-Peña le dieron aire a Petro y tiraron la toalla. Se firmó una derrota digna.
El tercer asalto fue contra el enemigo interno. En febrero llegó Benedetti a Palacio y el Consejo de ministros protagonizó la pelea del año. Fue el espectáculo de la lucha libre. El presidente decidió transmitir la bronca y el rating no defraudó. La vice soltó sus golpes y tiró la puerta. Habló del fin del sueño de la izquierda. Bolívar soltó un ataque tierno y directo. Salieron ministros y jefes de departamento, Petro se defendió con el lápiz afilado y Benedetti, el retador, respondió con la mirada y la barba de Rasputín. Era hora de tener hombres prestos para la batalla electoral. Del gabinete a la gerencia de campaña. Ya a final de año también hubo mano de piedra contra las dos mujeres que antes llamaba valerosas y dignas, fiscal y defensora del pueblo olvidaron de que desde Palacio las juzgarían solo por la lealtad al Kid Aureliano.
Con el Congreso también se acabó la sociedad. Name y Calle fueron a la cárcel por supuestos sobornos del gobierno y Petro se dedicó a señalar de “HP” a quien no votara favorablemente las propuestas del gobierno. La bandera de Guerra a Muerte ondeó el primer de mayo para señalar al Congreso. “Allá, rodeado de una mortaja negra, están dizque los representantes del pueblo”, dijo el presidente. La justicia también llevó lo suyo luego de la captura de dos ministros por dar u ofrecer.
En los estrados se dio el fin de una pelea casada hacía años. Uribe fue condenado en un primer round sin límite de páginas y absuelto en el segundo asalto. De esa larga pelea ganada por decisión por el expresidente salió el candidato del gobierno. Cepeda, como un fiscal imperturbable, hacía suya la frase del profesor Maturana. Unos meses después, un Uribe con menor pesaje terminó condenado para dejar abierto un viejo combate electoral: Uribe vs. Petro por interpuestas personas. En la otra esquina surgió el contendor, antónimo del hombre del Pacto, pendenciero por vocación. Lo suyo no es la pugnacidad sino la cruzada. Regocijo en las barras sociales.
El asesinato de Miguel Uribe Turbay demostró que Colombia no está para la tregua de los cuidados intensivos ni la paz de los sepulcros. Señalamientos primarios por la derecha ultra y viles teorías de la conspiración por la izquierda colérica. En el velorio se oyeron las puñaladas entre los aliados democráticos. Un niño sicario nos devolvió a la sangre de los ochenta.
Bienvenido el 2026, donde pasaremos de la escaramuza a la refriega. Feliz año para todos.
