La protesta la iniciaron los más jóvenes. No tenían mucho que perder. La rabia contenida, la necesidad de gritar, el sentimiento de exclusión y un aplazado espíritu común lograron una rápida cohesión entre los manifestantes. Las autoridades, en la paranoia inicial y la necesidad de descalificar la totalidad de la movilización, hablaron de delincuentes concertados. Entonces llegó la policía y empezó el tropel. En solo 40 días los hospitales habían atendido a más de 11.000 personas heridas durante las protestas y se denunciaron más de 15.000 detenciones con su largo inventario de abusos. En la lista de víctimas mortales había 26...
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