Rabo de ají

Un bareto parlamentario

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Pascual Gaviria
01 de marzo de 2023 - 02:05 a. m.
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La marihuana es más alucinante para quienes la miran con esa mezcla de terror y menosprecio que para quienes gozan de su humo denso y blanco. Según Herodoto, el cáñamo entregaba sus nieblas en una especie de sauna aromado por semillas quemadas sobre piedras ardientes, y producía un vapor que hacía que los escitas, primeros consumidores reseñados, “prorrumpieran en gritos de alegría”. De modo que en el principio fue el júbilo.

Y luego vinieron los grandes mitos, la fascinación, el miedo, la salvación, la sed de sangre… la promesa de esas brumas llegadas de Oriente hizo que los comedores de hachís en el París del siglo XIX se describieran en un mundo prestado de la literatura. Leyéndolos no sabe uno si era la disposición al viaje, la afectación oriental o las verdaderas alucinaciones. Baudelaire, Rimbaud, Gautier y muchos otros hablaron de sus delicias, sus poderes y sus riesgos. Consumían el hachís vestidos de frac, la “mermelada” era vertida en cuencos japoneses y dada como una poción en una cucharilla de oro. El doctor/brujo les hacía una pequeña advertencia a la hora de la toma: “esto se os restará de vuestra parte en el paraíso”. Para Baudelaire el hachís producía “ignotos tesoros de bondad en el corazón”, y una felicidad embriagadora, “plena de locuras juveniles”, aunque advertía de una cierta “debilidad de la voluntad” y una introspección antisocial.

Pero una cosa son los diletantes franceses y otra los funcionarios gringos aterrados por las costumbres de los mexicanos y los negros. A comienzos del siglo XX ya se hablaba de la marihuana y su “fomento del crimen”. Los jueces de New Orleans acogieron estudios en ese sentido y por el camino del racismo llegamos a los delirios de los años sesenta dirigidos por H.J. Anslinger, primer comisionado de la Oficina Federal Antinarcóticos en Estados Unidos, quien promocionaba en la prensa amarilla las historias de sangre vertidas por los consumidores de marihuana. El ridículo llegó a tal punto que la defensa del soldado norteamericano acusado de la masacre de My Lai en Vietnam, alegó que días antes sus compañeros de camarote habían fumado marihuana sin él saberlo y eso había afectado su conducta. Esa traba a lo pajarito había llevado al teniente William Calley a matar cerca de cien civiles.

Hace cincuenta años, las avionetas colombianas fumigaban la Sierra Nevada con Paraquat “donado” por los gringos para acabar con la bonanza marimbera. Ahora, más de la mitad de los adultos en Estados Unidos pueden comprar cannabis de manera legal y hasta la mayoría de los republicanos apoyan la legalización. Copiamos muchos delirios para justificar la prohibición. El código penal de 1986 disponía pena de prisión hasta de un año por el porte de menos de 20 gramos de marihuana y el internamiento de los adictos, certificados por medicina legal, en un establecimiento psiquiátrico hasta su recuperación.

Se van a cumplir treinta años de la sentencia que acabó con semejante despropósito, pero la marihuana sigue siendo un coco para una gran mayoría de colombianos y los consumidores todavía son vistos como enfermos que necesitan la tutela del Estado o la exclusión de la sociedad. Algo así como, “fumen sus porquerías pero eso los obliga a vivir en un gueto o un sanatorio, no contagien a la sociedad, no pretendan disfrazar su debilidad mental y su vagancia en las tareas que nos corresponden a los sanos”. El exceso de prohibición es perjudicial para la salud. Ha sido medicado durante muchos años para causar prejuicios, miedos, fobias. La protección legal y jurídica no ha sido cura suficiente. La “confesión” de un consumidor todavía causa estremecimientos de ira e indignación. Son más seguras las trabas que las taras… Y se pasan más rápido.

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Sergio(3490)02 de marzo de 2023 - 03:31 p. m.
El tema no era este, Pascual. Te aprovechas para ambientar tu tema, que no es malo, pero confundes al lector cuando no enfrentas el tema central, que tiene que ver con la idoneidad de la Susana, no sólo de su inexperiencia sino de su dudosa catadura moral y su limitado intelecto para ejercer como deliberante y superficial lectora si se traba siempre, cuando se requiere plenitud mental.
abolectrico(03577)02 de marzo de 2023 - 01:02 p. m.
Satanizar la marihuana es muy facil, hasta que llegas a viejo y el único paliativo para poder dormir sin dolores es un "plomcito", jamas fume cigarrillo, y ahora debo escoger, metadona o marihuana.
Carlos(50490)02 de marzo de 2023 - 02:08 a. m.
En USA, efectivamente se puede adquirir marihuana tratada con fines medicinales o recreaciónales, pero también existe la sanción por su uso indebido, como es el DUI. Lo grave es q un enfermo adicto y expuesto a a la pérdida del juicio entre otros efectos legisle sobre nuestro futuro. Se subiría ud a un taxi si supiera q el conductor ha consumido marihuana u otro alucinógeno?
  • daniel(84992)02 de marzo de 2023 - 07:20 a. m.
    Creo que ud. ha conducido o se ha subido a transporte público con el conductor bajo efecto de algunas polas, mínimo. Y no le ha importado, ¿cierto? . Pues el alcohol es más peligroso y adictivo que la hierba.
Alberto(10279)01 de marzo de 2023 - 11:37 p. m.
Se la fumó verde
Alberto(10279)01 de marzo de 2023 - 11:36 p. m.
Se la fumó verde.
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