Vanos presagios

Las crisis en la vecindad de América Latina han hecho que Colombia, gobernada por primera vez desde una izquierda temida por muchos, sea ejemplo de estabilidad institucional. Durante la campaña electoral a la Presidencia vimos una especie de histeria empresarial que presagiaba lo peor para la economía y el ambiente político si Gustavo Petro era elegido. La expropiación, la salida masiva de colombianos al exterior, la cláusula Petro para reversar inversiones y contratos, los grandes choques institucionales fueron algunas de las advertencias.

Luego de cuatro meses, las convulsiones no están a la vista mientras en varios países de la región los malos síntomas y las enfermedades se agravan. El lugar común de la fortaleza institucional colombiana es una realidad, al menos en el corto plazo.

Comencemos por el paradigma de la inestabilidad, Perú y su ruleta presidencial girando cada año y medio. Castillo cambió 50 ministros, sufrió tres mociones de vacancia y acumuló preocupantes acusaciones de corrupción. Al final cometió un inaudito suicidio político. En un solo día hubo cierre del Congreso, captura del presidente y posesión de una nueva jefa de Estado. Perú podrá ser un poco anárquico pero nadie le quita lo ágil. Ahora se anuncian elecciones para el próximo año y hay estado de emergencia en el sur por protestas contra la destitución. Polarización política, revueltas sociales, incertidumbre electoral y partidos sin representatividad.

En Argentina el paisaje no mejora. Hace unos meses atentado fallido contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. y apenas la semana pasada una condena en su contra a seis años de prisión e inhabilidad de por vida. “Es un Estado paralelo y una mafia judicial”, dijo la vicepresidenta calificando a sus jueces. La llamada “grieta”, el nombre que los argentinos dan a la polarización, no ha hecho sino crecer hasta la violencia física. También en la coalición de gobierno hay una guerra de poder. La inflación llegó al 75 % en el último año y el precio de los alimentos para los más pobres se duplicó en ese mismo lapso de tiempo. Las calificadoras de riesgo hablan de una inminente bancarrota del país. Solo Messi podrá salvarlos.

En Chile, el ejemplo regional, el gobierno de Boric sufrió un muy tempranero golpe de realidad: caída de la aprobación presidencial al 24 %, salida de su círculo más cercano en el gabinete y una gran derrota política con la desaprobación del proceso constitucional, una de las banderas del Gobierno. La incertidumbre comienza a cobrarle a la economía: las previsiones dicen que será el único país en América Latina que no crecerá en 2023. Además, Boric gasta menos de lo que esperaban sus electores y ya tiene reparos de sus “compañeros de lucha”.En Brasil las elecciones terminaron con cierres de carreteras y la mitad del electorado piensa que Lula se robó la presidencia. Hace 20 años, cuando llegó al poder por primera vez, solo el 10 % desaprobaba su gestión luego de seis meses de gobierno. Ahora no gozará de la bonanza por las materias primas y sus rivales más enconados tienen la bancada más grande en el Congreso.

En Colombia se aprobó una reforma tributaria consensuada, el Gobierno tiene mayorías en el Congreso, los ganaderos alarmados con la expropiación le venderán tierras al Gobierno; según previsiones, Colombia tendrá el mayor crecimiento económico de Suramérica y los empresarios empiezan a mirar con menos recelo hacia la Casa de Nariño. La favorabilidad es mayoritaria en todas las encuestas y está 20 puntos por encima de lo que marcaba Iván Duque luego de 100 días de gobierno. Además, estamos curados de frustraciones mundialistas. Hoy en día, para Colombia las comparaciones son virtuosas.