¿Qué tal si los encargados de la paz total en el Gobierno de Petro —el comisionado Danilo Rueda, el canciller Álvaro Leyva— y el presidente de la Comisión de Paz del Senado, Iván Cepeda, invitan a retiros espirituales a los negociadores del Acuerdo de Paz con las Farc, Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo; al expresidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux; al senador Roy Barreras y a los exministros del Interior de Santos, Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera? Así impedirían, por una parte, que prospere este inconveniente desencuentro público —que bien puede tornarse en agarrón— surgido entre los negociadores de paz de los gobiernos de Santos y de Petro. Y así, por otra parte, incorporarían al equipo a unos consejeros que poseen valiosísima experiencia en el manejo de unas negociaciones de paz que, si bien no lograron la desmovilización total de las Farc, sí consiguieron el desarme de gran parte de ellas.
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¿Qué tal si los encargados de la paz total en el Gobierno de Petro —el comisionado Danilo Rueda, el canciller Álvaro Leyva— y el presidente de la Comisión de Paz del Senado, Iván Cepeda, invitan a retiros espirituales a los negociadores del Acuerdo de Paz con las Farc, Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo; al expresidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux; al senador Roy Barreras y a los exministros del Interior de Santos, Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera? Así impedirían, por una parte, que prospere este inconveniente desencuentro público —que bien puede tornarse en agarrón— surgido entre los negociadores de paz de los gobiernos de Santos y de Petro. Y así, por otra parte, incorporarían al equipo a unos consejeros que poseen valiosísima experiencia en el manejo de unas negociaciones de paz que, si bien no lograron la desmovilización total de las Farc, sí consiguieron el desarme de gran parte de ellas.
Es mucho lo que el país les debe a De la Calle, a Jaramillo y a los demás miembros del equipo negociador de Santos. Y es mucho también lo que les debe a otros que colaboraron estrechamente con ese proceso y que hoy lideran los planes de paz total de Petro: Álvaro Leyva e Iván Cepeda. Todos ellos pueden encerrarse en un cónclave y llegar a un acuerdo sobre qué caminos escoger para alcanzar la paz total y cómo empujar aceleradamente la implementación del Acuerdo con las Farc. Es muy fácil que logren un consenso porque todos están de acuerdo en conseguir la misma meta: la paz del país. Y todos, además, le han apostado su vida a ese propósito.
Ahora, para llegar a un acuerdo, tienen que hacer a un lado los egos y las susceptibilidades: que la parte de paz que falta sólo puede hacerse como yo la hice, que a mí no me han llamado, que no me han preguntado, que ahora nosotros somos los que vamos a buscar la paz total y vamos a conseguirla como nos parezca, que ya el tiempo de los otros pasó, en fin…
No. A la paz han contribuido todos: Ernesto Samper, con sus acercamientos con el Eln; Andrés Pastrana, con sus intentos en el Caguán; Álvaro Uribe, con su paz con los paramilitares; Juan Manuel Santos, con su Acuerdo con las Farc, sus negociaciones con el Eln y sus acercamientos con el Clan del Golfo; y ahora Gustavo Petro, con su proyecto de paz total.
En este momento lo que se necesita es que todos dejen salir su generosidad y su amor por Colombia para que las diferencias de concepto que han surgido encuentren una solución que, sin egos heridos, será muy fácil de hallar en este país de leyes. Así, juntos, especialmente los equipos de Santos y de Petro, podrán trabajar para lograr esa paz grande que recomendó el Informe Final de la Comisión de la Verdad: una paz con todos los grupos, una paz en la que el Estado tome la iniciativa con el Eln, una paz que implemente aceleradamente el Acuerdo con las Farc, una paz en la que se proceda a fondo con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo hasta lograr que entreguen el entramado, una paz grande que incluya también a los civiles y a los políticos, una paz que permita que Colombia dé un salto adelante y empiece a discutir sobre otros asuntos, pero no sobre el único que no tiene discusión: que necesitamos la paz ya y que ella es “un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, como lo ordena la Constitución.
Sin embargo, para que ese milagro suceda, se requiere que los dirigentes tengan, ante todo, voluntad política y mucha generosidad.