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Agosto es un mes triste

Patricia Lara Salive

13 de agosto de 2009 - 08:29 p. m.

EL 13, HACE DIEZ AÑOS, ASESINARON a Jaime Garzón. El 18, hace veinte, mataron a Luis Carlos Galán.

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¡Cómo sería de distinto este país si viviera Jaime y, con su humor brillante, desnudara la penetración paramilitar, la ambición de poder de Uribe, su alma atribulada y su espíritu peligrosamente pendenciero! Precisamente, porque su burla era el arma más potente contra todas las mezquindades, lo mataron...

Y Colombia ¡cómo sería de distinta si viviera Galán y hubiera logrado instaurar su nueva forma de hacer política! En su honor, reproduzco el impresionante poema que María Mercedes Carranza, nuestra gran amiga, escribió en memoria suya:

18 de agosto de 1989

Este hombre va a morir;/ hoy es el último día de sus años./ Amanece tras los cerros un sol frío:/ el amanecer nunca más alumbrará su carne./ Como siempre, entre sus cuatro paredes/ desayuna, conversa, viste su traje:/ no piensa en el pasado, aún liviano y todo víspera,/ en los gestos, hechos y palabras de su vida/ que mañana serán distintos en el bronce y en los himnos,/ porque este hombre no sabe que hoy va a morir.

En su corazón de piedra/ el asesino afila los cuchillos.

Este hombre va a morir,/ hoy es la última mañana de sus horas./ Por sus ojos de fría carne azul/ sólo pasan idiomas y horizontes/ para ciertas cosas que los otros sueñan:/ la urgencia del pan y de la sal,/ la flor abierta del abrazo, la sangre/ invisible y contenida en su caracol de venas./ Ahora conversa por teléfono, escribe un discurso./ En el libro de apuntes lo atropellan/ con letra afanada y resbalosa/ los nombres y las citas de ese día,/ porque este hombre no sabe que hoy va a morir.

El asesino esconde la cara siempre/ para que el sol no le escupa sus gargajos de fuego.

Este hombre va a morir,/ hoy es el último mediodía de sus años./ Con la frente en el abismo sin saberlo/ estrecha manos, almuerza, pregunta la hora./ Sus pasos que ha dirigido otras veces al amor/ y a asuntos más rutinarios como el olvido/ o la toalla azul después del baño,/ que lo han llevado a conocer la gloria/ en la algarabía elemental de las multitudes,/ sus pasos pueden ser contados ya/ porque este hombre camina hacia la muerte.

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El asesino: humores de momia, hiel de alacrán,/ heces de ahorcado, sangre de Satán.

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Este hombre va a morir,/ hoy es la última tarde de sus días./ Se prepara sin saberlo para el ritual:/ con la voz fingida en la memoria,/ que casi oye ya entre las caras como olas,/ repasa las palabras de la arenga:/ pan verde, lagos de luz, verde y labios./ Frente al espejo rehace el nudo de la corbata,/ cepilla otra vez sus dientes/ y con los dedos recorre las alas amarillas del bigote./ Entonces las banderas y las manos y las voces,/ la lluvia roja de papel picado,/ la hora y el minuto y el segundo.

El asesino danza la Danza de la Muerte:

un paso adelante, una bala al corazón,

un paso atrás, una bala en el estómago.

Cae el cuerpo, cae la sangre, caen los sueños./ Acaso este hombre entrevé como en duermevela/ que se ha desviado el curso de sus días,/ los azares, las batallas, las páginas que no fueron,/ acaso en un horizonte imposible recuerda/ una cara o voz o música./ Todas las lenguas de la tierra maldicen al asesino.

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