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Más tardó el embajador cubano, José Luis Ponce, en llegar a su casa luego de entregarle al vicecanciller, Francisco Echeverri, el memorando donde decía que en la Embajada habían recibido información sobre “un supuesto ataque militar del Frente Oriental de Guerra del Eln para los próximos días en Bogotá”, que la noticia en filtrarse a la prensa y el Gobierno en salir a demeritar el gesto de Cuba, en vez de agradecerlo.
En realidad, se trataba de una información que debía manejarse con cautela, de modo que los servicios de inteligencia colombianos pudieran hacer las averiguaciones del caso y prevenir el atentado, sin infundirles miedo a los bogotanos ni alertar a esa estructura del Eln. Pero no, el gobierno del presidente Iván Duque optó por revelarla de inmediato y, como ya es su costumbre, atacar a Cuba. También exigió que la isla incumpliera los protocolos firmados por solicitud del Estado colombiano, como país garante del proceso de paz con el Eln, y que extraditara a los miembros de la delegación de paz que están en La Habana, quienes, según le dijeron al gobierno cubano, desconocían esa información.
De inmediato, el ministro de Defensa, Diego Molano, salió a decir que ese no era un tema nuevo y que el Gobierno reiteraba su firme decisión “de desmantelar” el Eln como “único mecanismo para prevenir que siga con sus actos terroristas en diferentes regiones del país”. Eso estaría muy bien. Sin embargo, en lo que va de la administración Duque solamente hemos visto que han caído un par de cabecillas y que se desmovilizó un grupito, pero la guerra en los territorios continúa y la matazón y el sufrimiento de sus habitantes aumentan, mientras estos claman que, por favor, se reanude el proceso de paz con el Eln, pues cuando hay diálogos los matan menos.
Si bien el comisionado de Paz, Miguel Ceballos —quien más bien debería llamarse comisionado de Guerra—, reconoció el gesto de Cuba y dijo que ese país había cumplido con sus obligaciones como firmante de tratados sobre lucha contra el terrorismo, por otra parte, insistió en que la isla incumpliera sus compromisos internacionales y extraditara a los miembros de la delegación del Eln, cuya presencia ya le sabe a cacho al gobierno cubano.
Como si la contradicción fuera poca, el comisionado le añadió a su galimatías una burrada más: según él, si los guerrilleros del Eln que están en Cuba desconocían la información sobre los supuestos planes para realizar ataques terroristas en Bogotá, no se puede llevar a cabo un proceso de paz con dicho grupo porque eso demuestra que no tienen mando o están divididos.
Pero si es verdad que el Eln está fragmentado, ¿no sería mucho más sensato creer que al dialogar con ellos se debilitarían los sectores militaristas de esa organización? ¿No se dan cuenta el comisionado Ceballos y el presidente Duque de que si cierran sistemáticamente las puertas del diálogo lo que hacen es fortalecer el ala militarista del Eln, porque les envían el mensaje de que la única opción que tienen es la guerra? Si emprendieran una nueva negociación y al final constataran que podría pactarse la paz sólo con un sector de la guerrilla, ¿no sería eso mejor para Colombia y que disminuyera así el número de efectivos en armas?
Esas serían las preguntas que muy seguramente se haría un Gobierno que quisiera la paz, pero como no sabemos si este lo que quiere es la guerra...
www.patricialarasalive.com, @patricialarasa