En marzo serán las consultas presidenciales y se avizora que ocurrirá lo mismo que en el 2018: se escogerá un candidato de la derecha y la extrema derecha unidas, que probablemente será María Fernanda Cabal o Federico Gutiérrez; surgirá un candidato de la izquierda y de un sector del centroizquierda, que será Gustavo Petro, y el centro irá dividido a la primera vuelta entre Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria y a lo mejor alguien del Partido Verde. Ese sería el imperdonable suicidio del centro que, según las encuestas, es mayoría. Y probablemente sería también el entierro de la izquierda y del centroizquierda, porque muchísimos en Colombia le tienen pánico a que con Petro el país se vuelva como la Venezuela de Maduro, lo cual no creo que ocurra, pero así lo piensa mucha gente.
Si pierde el centro y seguimos gobernados por esta derecha obtusa que acabaría de incendiar el país, o por Petro, que es un gran político pero dividiría aún más a Colombia y sería probablemente un pésimo administrador, la culpa recaería exclusivamente sobre los candidatos del centro, incapaces de llegar a un acuerdo, pues algunos han demostrado que anteponen sus dogmas (¿o sus egos?) a los intereses del país.
Reproduzco apartes de una carta que, a manera de columna, les dirigí en marzo de 2018 a los candidatos Sergio Fajardo y Humberto de la Calle. Hoy escribiría la misma carta. Pero el nombre de Humberto lo reemplazaría por el de Alejandro Gaviria, el de Fajardo lo dejaría intacto y tal vez le agregaría el de Juan Manuel Galán. Les decía entonces:
Por favor, “lleguen a un acuerdo YA. (...) El país está ansioso de verlos unidos, conformando una sola candidatura fuerte que represente el centro. (…) Colombia está clamando porque (…) no la sometan a elegir entre los extremos. Ofrecerle esa posibilidad tan sólo depende de ustedes. ¡El tiempo apremia! (…) Colombia no puede seguir votando por miedo. Ojalá pudiera votar por convicción. (…) Por favor, no excluyan a más colombianos de la posibilidad de apoyarlos. En eso bien valdría la pena que escucharan al profesor Antanas. Él sí que tiene claro el paseo de la corrupción: no hay nadie que sea absolutamente malo ni absolutamente bueno. Todos tenemos un toquecito de maldad. Todos, alguna vez, nos hemos pasado un semáforo en rojo. Hay que abrirles la puerta a los colombianos de a pie(...). Hay que dejarlos entrar y, más bien, enseñarles a las ovejas descarriadas a enderezarse, (…) así como hizo Fajardo cuando manejó la reinserción de los paramilitares en Medellín, así como hizo De la Calle cuando construyó con las Farc el Acuerdo de Paz. Hay que sumar, Sergio; hay que unir, Humberto; hay que ganar (...)”.
¿Esto les suena conocido?
Y para aliviar el espíritu, porque la política lo atormenta, les cuento que un grupo de niños chocoanos y franceses acaba de presentar en París y en Nanterre El bunde del agua, obra de teatro conjunta en la que hablan de sus dolores. Pero lo que es muy esperanzador, en el caso de los chocoanos, es que la Fundación Círculo de Estudios ha rescatado a cerca de 500 niños de Quibdó, explotados sexualmente por los actores del conflicto armado o nacidos de violaciones cometidas por los mismos, y los ha puesto a sanar sus heridas a través del arte. Esta vez fue el actor Miguel Borrás, quien se formó en el Teatro Libre de Bogotá y hace décadas vive en París, el que dirigió esa obra de teatro, que conmovió al público hasta las lágrimas.
Posdata. Ya entregada esta columna, Sergio Fajardo recapacitó e invitó a todos los candidatos del centro, sin exclusiones, a buscar un acuerdo para llegar unidos a las elecciones. Buen comienzo.