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El escritor Juan Gabriel Vásquez acaba de producir una novela formidable: Los nombres de Feliza. A mi juicio, se trata de un libro magistral de periodismo que empezó a venderse a comienzos de diciembre y en poquísimos días agotó los doce mil ejemplares de la primera edición, y que el próximo 6 de febrero se presentará en la Biblioteca del Gimnasio Moderno de Bogotá.
El libro comenzó a imaginarlo Juan Gabriel Vásquez en 1996, cuando llegó a París con varias obras entre su maletín, entre ellas Notas de Prensa de Gabriel García Márquez, una recopilación de columnas del Premio Nobel publicada en una edición especial que él, generosamente, le cedió a la revista Cambio16 para promover la venta de sus suscripciones, y en cuya carátula sobresalían unas alas de mariposa en tonos rosados y cafés.
En ese libro, Juan Gabriel Vásquez leyó una columna publicada por Gabo en este periódico el 20 de enero de 1982, en la que decía: “La escultora colombiana Feliza Bursztyn, exiliada en Francia, se murió de tristeza a las 10:15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de París”.
En efecto, esa noche, Gabo y Mercedes habían invitado a cenar a Feliza, a su compañero, Pablo Leyva, al periodista Enrique Santos Calderón y a su esposa de entonces, María Teresa Rubino (Q.E.P.D.). Feliza fue al baño, regresó, Mercedes le dijo que en el menú figuraba esa deliciosa sopa de remolacha de la que habían hablado minutos antes, “si, Merce, qué maravilla”, cuenta Juan Gabriel que dijo Feliza, “entonces”, relata él, “Feliza cerró los ojos y sus manos se relajaron sobre la carta y de su cara se fue la sangre y su cuerpo entero se deshizo, o pareció que se deshacía, y su cabeza desgonzada se inclinó hacia el lado derecho, y luego fue como si el cuerpo entero se fuera detrás de la cabeza, deslizándose por un espacio que no existía y cayendo al suelo con un golpe seco y discreto”.
A partir de la lectura de esa conmovedora columna de Gabo que, hace casi 30 años, hizo Juan Gabriel Vásquez, a él le surgió una pregunta que se le convirtió en obsesión: ¿por qué Feliza murió de tristeza? Y esa es justamente la pregunta que el autor trata de responder a lo largo de las 279 páginas de ese libro que no puede soltarse hasta que el lector no concluye su lectura, y que el autor denomina novela porque, además de la minuciosa investigación periodística e histórica que hay detrás de ella (la obra se pasea no solo por la historia de esa escultora de origen judío, valiente y talentosa, sino también por la historia de Colombia entre los años 1948 a 1982), Juan Gabriel se adentra en la siquis de los personajes, especialmente en las de Feliza y Pablo, y les inventa un mundo interior. Como dijo él durante un Zoom que, a mediados de diciembre, hicimos para los suscriptores fundadores de la revista Cambio, “ese acto de imaginación de una vida ajena, de intromisión, es ficción (…) Se trata de coger la vida de una persona real y esculpirla. Es la interpretación de una vida ajena desde esa misma vida”.
Como Volver la vista atrás, novela de Juan Gabriel Vásquez que retrata, también de manera magistral, la vida del cineasta Sergio Cabrera y de su familia, esta nueva obra suya es un libro de lectura deliciosa e indispensable. A ver si entendemos, un poco más, en qué país hemos vivido.
Nota: Y, a propósito, no se pierdan Cien Años de Soledad en Netflix. Es una serie magistral.
