“Aquí no”, dice Juan, el conductor que nos lleva desde Arauca hasta El Amparo, en el estado de Apure, el primer pueblo venezolano al que se llega luego de pasar el puente internacional José Antonio Páez, sobre el río Arauca, que comunica a Colombia con Venezuela. Se refiere a la propuesta que le hago para que nos detengamos en alguna cafetería a tomarnos una gaseosa y hablar con la gente.
“¿Por qué aquí no?”, le pregunto.
“Porque aquí se la pasan los «chiflecitos», los afiebrados…”.
“¿Y los jefes?”, agrego.
Sigue a El Espectador en WhatsApp“Ellos están en las montañas”.
Juan detiene el carro en la marina, nos bajamos, subimos a una tarima rudimentaria y nos encontramos de frente con el imponente río Arauca, de unos 300 metros de ancho. Canoas motorizadas transportan a la gente de una orilla a otra.
“A la marina llegan vestidos de civil y lo investigan a uno como si nada”, dice Juan, mientras mira a un lado y otro, y desconfía de cada uno de los que nos observan.
El Amparo es el nido del Eln. Allá se llega por río o atravesando el puente. Nadie pide papeles. Más adelante, en Puente Lata, hay que mostrar el pasaporte. Pero hay un territorio grande sin control.
En las noches —me cuenta Juan— los elenos atraviesan tranquilos el río. Ellos son los que tienen el poder militar, político y económico en Arauca, usufructúan las rentas departamentales y se quedan con parte de las regalías porque, según Luis Emilio Tovar, exalcalde de la capital y exrepresentante a la Cámara, hoy miembro del Centro Democrático, “obligan a los contratistas, al ordenador del gasto y a los proveedores a que les paguen”.
“Para ser gobernador de Arauca hay que estar vinculado con un grupo al margen de la ley: de los últimos ocho, siete han sido cercanos al Eln y uno a los paracos”, dice él, que ha sufrido dos intentos de atentado, se mueve con 17 escoltas y a su mamá y su hermano los secuestraron las disidencias de las Farc. Para rescatarlos tuvo que pagar mucho dinero.
“¿El ejército y la policía qué?”, le pregunto.
“Ellos se preocupan por cuidarse y cuidar el petróleo, que es lo único que les importa”.
El exgobernador liberal Federico Gallardo dice: “El Estado le dejó el control al Eln, salvo el oleoducto”.
(De ahí que la Comisión de la Verdad haya insistido tanto en que hay que cambiar el modelo de seguridad para que las fuerzas del orden cuiden a la gente más que a los negocios).
La periodista Carmen Rosa Pabón coincide con Tovar en que a raíz de las negociaciones emprendidas por el presidente Petro ha bajado la confrontación. Pero los dos grupos siguen extorsionando.
“¿Qué salida le ve a esa situación?”, le pregunto a Tovar.
“Si no aprietan al Eln en Venezuela, el Gobierno no tendrá capacidad de acción”, dice.
Eso es evidente. De ahí que sea tan importante el acercamiento entre los presidentes Petro y Maduro, y el acuerdo al que, según Petro, llegaron ambos mandatarios para que los dos ejércitos cooperen y saquen al Eln del territorio venezolano.
Es la única solución. La otra es que los araucanos, que están sitiados por el miedo, se atrevan a manifestarse masivamente contra los grupos armados, que hagan cartas con 150.000 firmas, que les digan mil veces al Eln y a las disidencias de las Farc, como han hecho los indígenas: Señores, no los queremos, ustedes no nos representan, no los apoyamos, váyanse.
Finalmente, que el ejército comience a existir para los araucanos. Porque Arauca es el departamento donde más ejército y donde más muertos hay.
¡No hay derecho!