EL ALCALDE DE MEDELLÍN, ALONSO Salazar, autor, entre otros libros, de La Parábola de Pablo, reportaje sobre el capo a la altura de los escritos por los grandes del periodismo literario; de la radiografía del sicariato No Nacimos pa’ semilla; y de Profeta en el Desierto: Vida y Muerte de Luis Carlos Galán, obra por la que Planeta le otorgó el Premio Nacional de Periodismo, está bajo el fuego de las mafias que se proponen minarlo con la táctica del character asessination para alejarlo del camino pues, en compañía del ex alcalde Sergio Fajardo, les arrebató el poder.
Lo mismo hizo Pablo Escobar con el ministro de Justicia Rodrigo Lara, cuya imagen buscó destruir primero para matarlo al final. Entonces, cuando casi todos dudaban de él, yo dije también: yo creo en Rodrigo Lara, como digo hoy: yo creo en Alonso Salazar.
Todo comenzó cuando él tuvo que manejar la reinserción de los paramilitares negociada por ellos con este gobierno, en su condición de Secretario de Gobierno de Fajardo, quien hizo una gran alcaldía, especialmente en el campo de la educación y del cambio de patrones culturales para desactivar la violencia (allí donde había más delincuentes y Medellín estaba más deteriorada, llevó parques y bibliotecas). Entonces se encontraron con un hecho cumplido, y Medellín llegó a tener 4.300 desmovilizados cuyos jefes se habían comprometido con Uribe a recluirse en un lugar determinado (acuérdense de Ralito e Itagüí), a desmovilizar sus aparatos armados y a no delinquir más. Fajardo y Alonso optaron por trabajar con lo que había y por sacar adelante ese proceso. Recuerdo que cuando en el 2006 conocí la labor de ellos en ese terreno, tuve la mejor impresión.
El pacto, si así puede llamarse, realizado entre Salazar, en nombre de la alcaldía, y los desmovilizados, consistía en que ellos se comprometían a no delinquir, a cambio de ingresar a un proceso de formación, capacitación, apoyo sicosocial y empleo, de modo que no sólo se volvían útiles a la sociedad sino que recibían tratamiento sicológico y, una vez “graduados” como aptos para vivir en comunidad, eran empleados por empresarios que se tranquilizaban luego de constatar que el programa se preocupaba por convertirlos en personas lo más confiables posible. Y si alguno volvía a delinquir, perdía los beneficios. Entonces los homicidios descendieron de 60 a 28 por 100.000 habitantes. Ahora han subido a 33, debido a las disputas entre los nuevos bandos del narcotráfico. Ese programa de reinserción le llevaba años luz a los de otros lugares donde sólo les daban una platica a los desmovilizados y, al poco tiempo, a esos seres acostumbrados a delinquir, los lanzaban a la calle a que se ganaran la vida como pudieran.
Para manejar ese tema, Salazar se reunió varias veces con los tenebrosos Castaño, don Berna y cía., siempre con la autorización de Fajardo. Entonces debe haber no una sino muchas fotos suyas con ellos. Pero de ahí a que lo hayan financiado, como dicen sin pruebas, hay mucho trecho. Y así se inventaran una “prueba” que pareciera cierta, como hicieron con Rodrigo Lara, yo siempre pensaría que es falsa porque yo creo en Alonso Salazar.
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Feliz navidad, queridos lectores. Y si aún les falta un regalo por comprar, les recomiendo La Historia de las Civilizaciones de Diana Uribe, un libro y 6 CD de la historia universal narrada en ese ameno estilo suyo, comprensible para todos.