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2026, ¿superaremos a Uribe y a Petro?

Pedro Viveros

09 de mayo de 2025 - 12:00 a. m.

Esta semana que termina se ratifica una escena que se repite hace varios años: la disputa del escenario político colombiano entre el expresidente Álvaro Uribe y el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro. Mientras el primero rendía indagatoria por más de 16 horas en un juicio que acapara la atención del país, el actual mandatario peroraba y blandía la espada de Simón Bolívar para fustigar sobre una posible convocatoria a una consulta ciudadana luego de que el Congreso, en sus legítimas funciones, hundiera una reforma laboral. De remate afrontaba la segunda carta de su excanciller Álvaro Leyva, quien ratificaba con amplias pesquisas donde el exfuncionario aduce que Gustavo Petro no toma decisiones en sus cabales. Estas dos visiones vienen circulando la mente política del país. En diferentes instancias, ambos personajes inundan el teatro político colombiano. La pregunta es: ¿será que estos dos poderosos harán lo propio en 2026? ¿Los colombianos vamos a renovar este espacio político para tener que escoger Congreso y presidente(a) entre esas dos alternativas?

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Al terminar el siglo pasado, Colombia finalizaba esa centuria con lo que los especialistas llamaban un “Estado fallido”: un país inmerso en escándalos políticos como el proceso 8.000; unas fuerzas guerrilleras envalentonadas con el fortalecimiento que tuvieron con la zona de distensión; un aumento exponencial de narcóticos; las ciudades principales e intermedias permanecían secuestradas por las amenazas de las fuerzas ilegales en crecimiento. O ganaban los grupos armados al margen de la ley el poder o se daba un viraje a la acción gubernamental para marchitar la alternativa guerrillera. Esa era la encrucijada. Una de las lesiones más graves para la izquierda democrática era la imposibilidad de tener espacio real para llegar al poder por medio de las urnas por las sangrientas balas de los grupos guerrilleros. ¿La bruma de la violencia apagaba el discurso de izquierda viable o el accionar de los subversivos fortalecía el discurso para que la derecha pura y dura saliera del “closet político” donde había estado hasta esa época? Esa fue la encrucijada político-electoral modelo 2002.

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La victoria de Álvaro Uribe, con discurso radical de derecha, organizó una guerra frontal contra las FARC. Pero mientras Uribe se desgastaba gobernando, sobre todo en su forzado segundo mandato, con las denuncias sobre la parapolítica emergía un parlamentario que iba a constituirse en la némesis del uribismo. Gustavo Petro, con un discurso efectivo y florido, atrajo los focos de la opinión política nacional. Desde ese momento, los colombianos entramos en una especie de “trance polarizante”, donde la toma de decisiones sigue pasando por el racero de estos dos personajes. Uno, la mano dura; el otro, su izquierda soñada. Incluso en mandatos episódicos en esta refriega política, como fueron los de Juan Manuel Santos e Iván Duque, siempre en la trastienda estaban las figuras de Uribe y Petro. En eso estamos en el primer cuarto del siglo XXI: extremos que lideran dos líderes que se aferran a sus ideas, pretendiendo que esa fórmula les funcione en 2026.

Los resultados fluctuantes de sus victorias siempre resuenan en los análisis. Una elección presidencial la gana un sector apoyado por alguno de los dos y luego sale fortalecido alguno de ellos en las votaciones de congreso. Una especie de carrera de relevos que hipnotiza a Colombia. Como si el uno se fortaleciera con las amenazas, ataques y ofensas del otro. Con un solo objetivo: dejar en la tribuna política a los otros sectores, mientras ambos se hacen trizas en el campo de “lo político”.

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¿Estas repetidas recetas se desgataron? ¿Logrará un país harto de odios y enfrentamientos desviar esas miradas que ya encandelillan?

¿Es posible tener un país después de Uribe y Petro?

Todos tenemos, además de la palabra, el voto para premiar un país diferente y tranquilo y eliminar del tarjetón estas dos tendencias desgastadas, hoy ya fallidas.

@pedroviverost

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