Dos exministros tienen el arrojo de escribir sus puntos de vista en un país donde los hombres de Estado nos tienen acostumbrados a llevarse con ellos sus secretos. Uno es el exministro de Defensa, exdirector del ICBF, Prosperidad Social y exconcejal de Bogotá, Diego Molano Aponte, con Bajo amenaza, la cara oculta del “estallido social” que golpeó a Colombia. Y el otro es del exembajador, exsenador y exministro Juan Fernando Cristo, Cartas a mi padre. Los dos no pueden ser más diferentes. No hay similitud ni en el lenguaje. Ni, por supuesto, en sus ideologías. Uno de la nueva derecha y el otro de un liberalismo rebelde. Dos caminos, lo único que los asemeja, es Colombia.
Molano deja un detallado registro de las duras jornadas que vivió el país entre 2019 y 2021. En su tesis central, no renuncia a comprobar el involucramiento sistemático de grupos ilegales, disidencias, bandas criminales, ELN, agentes extranjeros en lo que comenzó como una protesta pacífica por el descontento social de aquellos días. La manera como ese desánimo colectivo del país fue instrumento de actores con intereses disímiles para amedrentar a millones de colombianos, quienes desde la “última línea” observaban por los medios y las redes, sobre todo el megáfono de estas últimas, sostiene el autor, aterrorizados por lo que ocurría en las calles, centros comerciales, monumentos históricos, transporte público, conjuntos residenciales, bloqueos terrestres con implicaciones que aún hoy tiene consecuencias económicas para el país. En fin, la desestabilización que, según Molano, tenía dos propósitos: sacar a Iván Duque del poder y llevar a la presidencia a Gustavo Petro.
Un elemento central del relato de Diego Molano, quien es candidato a la Alcaldía de Bogotá, consiste precisamente en el rol de los burgomaestres de las ciudades principales del país en esos complejos momentos. Salen bien librados, por su compromiso con la autoridad, tratando de recobrar el orden perdido en sus ciudades, Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, Juan Carlos Cárdenas, de Bucaramanga y, curiosamente, Daniel Quintero, de Medellín, quien, según el exministro, prefirió dejar trabajar a la fuerza pública y delegar estas funciones en quienes podían devolverle la calma a los medellinenses. Los mal catalogados son Claudia López y Jorge Iván Ospina. La alcaldesa por su terquedad inicial al antagonizar con el presidente Duque y luego por su pleno desconocimiento del funcionamiento de las fuerzas militares y de policía. Ospina queda como un consueta del “estallido social”. Un agitador más, con propósito y agenda gris. Ojalá esta experiencia narrada por Molano deje enseñanzas para los nuevos administradores municipales, que elegiremos en octubre.
El libro de Juan Fernando Cristo son 25 cartas escritas, sin falta cada año, en el diario La Opinión con motivo de rememorar cada aniversario del fallecimiento de su padre, el exsenador liberal nortesantandereano Jorge Cristo Sahium, quien fue asesinado al entrar a su consultorio médico de Cúcuta por balas del ELN. Es la catarsis de un hijo que prefirió la lucha pacífica a la violencia como memoria. Cada letra de esas epístolas contiene altas dosis de amor y respeto por su entrañable relación, una precisa visión de los avances, y retrocesos de Colombia, de Cúcuta y de Norte de Santander. Desde las premonitorias palabras sobre el destino inconcluso de las candidaturas de Horacio Serpa, hasta el relato de la seguridad democrática, los falsos positivos, el gobierno Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos, pasando por las desdichas de su Cúcuta natal por la llegada de descompuestos líderes locales.
Conocer de la voz de su hijo las luchas de su padre permite entender por qué Cristo Bustos, como cuenta en las páginas, sigue buscando los “porqués y los quiénes” le arrebataron a su padre. Hasta hoy, es lo más duro del libro, ningún miembro de esa guerrilla las responde.
Dos Colombias. Dos pensamientos. Dos violencias.
