Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Primero fue Mario Vargas Llosa y luego Jorge Mario Bergoglio. Dos Marios que se despidieron de este mundo en abril, con una semana de diferencia. A pesar de haber escrito similar número de obras, no fueron competencia en sus terrenos. El papa Francisco escribió treinta y dos libros entre ensayos, autobiografías y encíclicas. Vargas Llosa más de treinta y cinco entre novelas y ensayos. El uno fue, además de jerarca de la iglesia católica, jefe del Estado vaticano. El escritor peruano quiso ser presidente y no le funcionó el verbo para ganar el poder. Francisco luchó contra uno de los peores males de la humanidad y de la iglesia católica: el abuso sexual de menores. Vargas Llosa fue abusado por un cura salesiano a los doce años, como el nobel de Literatura lo advirtiera en una conferencia en 2021. Lo que sí los une es haber sido dos Marios latinoamericanos. Ambos nacidos el mismo año de 1936 y encontraron la muerte el mismo mes de este 2025. Las casualidades de la grandeza.
El mayorcito de estos dos Marios nació en Arequipa (Perú). Desde sus primeros años tuvo posturas políticas. Su abuelo fue político y tenía cercanía con el poder y los poderosos. Mario Vargas Llosa desde niño sufrió la ausencia de su padre, con quien apropósito tuvo una relación muy lejana. Su interés por el poder y la literatura fue abriéndose camino gracias a las convulsionadas “guerras políticas intestinas” de nuestra América Latina. De golpe de estado en golpe de estado y por la bota militar nacen sus dos primeras novelas: “La Ciudad y los Perros” y “Conversación en la Catedral”. La primera sobre un colegio militar limeño y la segunda la visceral inquina de este Mario contra las dictaduras. Ese sello lo llevó a distanciarse de muchos colegas suyos. La vehemencia con la que abordó la política lo puso del lado de las democracias y de la defensa de los derechos humanos. Fue, Vargas Llosa, un escritor infinito con posturas claras en la política.
El más joven de los dos Marios también tuvo relación con la política. ¿Quién más político que un cura? De allí la máxima cardenalicia en el momento de hacer cambios en la burocracia vaticana (que también la tiene allá): “Promover para remover”. De ahí que se especule tanto con el tránsito de nuestros cardenales por la Santa Sede. A Bergoglio entender de política, le funcionó para poder sobrevivir en las procelosas aguas de la política argentina. Llegaron a involucrarlo con hechos que afortunadamente fueron esclarecidos a tiempo. Fue un abanderado de las miserias de los pobres desde siempre. Su verbo, escrito (como el Mario mayor) y hablado, tenía la cintura de un político arropado en una sotana bien puesta. No fue un padre improvisado. No fue un radical. Fue un adelantado jesuita.
Mario Vargas Llosa como Nobel no limitó su pluma para defender sus creencias. Fue defensor de la libertad. Enemigo de los gobiernos de izquierda radical. Afanado por escribir para regalarnos a sus lectores sus escritos producto de una cabeza “muy bien amoblada”. El papa, por su parte, supo usar “sus poderes” para conectarse con los marginados de un catolicismo estancado. La mayoría de sus viajes fueron a países donde la minoría era el catolicismo. Su reconocida austeridad lo llevó a relacionarse con todos aquellos quienes querían conocer su palabra. Fue mundano al hablar de fútbol. Muy profundo al hablar de las ventajas que tenían los jóvenes a los que aventaba para armar líos y evitar quedarse de “balconeo”. La transformación lo llevó aumentar la presencia de las mujeres en cargos de alto calado en la estructura vaticana. A conversar semanalmente con grupos de las minorías LGTBI. Por algo Mario el mayor, al referirse sobre el reto de Mario el menor, cuando fue elegido sumo pontífice, dijo: “parece moderno”. Y sí que lo fue.
Esta puede ser otra casualidad entre los difuntos Marios: Mario Vargas Llosa tituló el papado de Jorge Mario Bergoglio. Y Mario el menor, como latinoamericano, no lo defraudó.
