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Piedad Bonnett
28 de agosto de 2022 - 05:30 a. m.
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Si hay algo que celebrar en los nombramientos que ha hecho Gustavo Petro —salvo algunos polémicos, como el del ministro de Transporte, acusado de múltiples plagios, o el de la ministra de las TIC, que se cayó esta semana— es que representan la Colombia que somos, absolutamente diversa. Con audacia e imaginación, el presidente electo ha formado un equipo de trabajo en el que se cuentan indígenas, afros, personas de las élites económicas y sociales, líderes populares, políticos tradicionales, un exmiembro del M-19 y una ministra, la de Cultura, que además de artista fogueada en muchos escenarios fue miembro de la aniquilada UP. Muchos de ellos, altamente capacitados, provienen de las clases populares y de la clase media, y sus éxitos profesionales son el resultado de su fe en la educación y de grandes esfuerzos. Cumple así con una promesa democratizadora en un país que se ha caracterizado por las palancas, las roscas y la discriminación. Y le da un empujón a la modernidad que tanto requerimos.

Una de las figuras más representativas de la sociedad moderna que se abre camino en un medio conservador y a menudo reaccionario es la del ministro de Justicia, Néstor Osuna, un abogado que ha sido magistrado del Consejo Superior de la Judicatura y conjuez de la Corte Constitucional. Osuna llega con ideas atrevidas, que ya están causando revuelo, como la de no construir más cárceles y, en cambio, apartarse de la política exclusivamente punitivista que las mantiene con niveles de hacinamiento inhumanos, buscando alternativas como la de pagar ciertos delitos con trabajo social o reparación económica. Propende, además, por procesos más veloces en la administración de justicia y por un aumento de jueces. Es verdad que su ejemplo sobre el ladrón devolviendo el celular a su dueño pudo sonar a chiste en este país de pícaros, pero lo cierto es que la justicia restaurativa es algo que está contemplado en la Constitución. Suena difícil, sí, con cierto punto utópico, pero es interesante su apuesta por caminos distintos.

También es interesante que, en un país donde la homofobia puede ser violenta, el doctor Osuna se presente públicamente como una persona gay, con un matrimonio de muchos años, y que no tenga tapujos a la hora de hablar de esa relación. Se suma así a la lista de funcionarios —Gina Parody, Cecilia Álvarez Correa, Juan Daniel Oviedo, Claudia López y Angélica Lozano, entre otros— que se han enfrentado al prejuicio con valentía admirable, animando indirectamente a tantos colombianos que no se han arriesgado a “salir del clóset” por miedo al rechazo. Sobre esa situación que alguna vez vivió, de silencio y disimulo, dice el ministro en la revista Bocas: “Es terrible, es una situación de angustia permanente en deterioro de la autoestima. Eso destruye al ser humano. El mundo fuera del clóset es bello, libre”.

Finalmente y en contra de otro tabú, el ministro de Justicia se confiesa ateo —como Alejandro Gaviria— o más bien descreído. Avanzamos. Ya estamos logrando que ir a una iglesia antes de posesionarse no sea un gesto estratégico de todos los presidentes. Ahora confiemos en que en un país laico por Constitución como es Colombia los generales del Ejército dejen algún día de encomendarse a Dios y a la Virgen a la hora de asumir el mando.

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