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Anatomía de la impuntualidad

Piedad Bonnett

27 de noviembre de 2022 - 12:30 a. m.

La cancelación a última hora de la ceremonia de reconocimiento a la cúpula militar, un acto institucional de enorme importancia, activó las alarmas sobre la impuntualidad del presidente Petro. En su récord figura dejar plantados a 800 alcaldes de la Federación Nacional de Municipios, no aparecer para la foto oficial con la que se inicializó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Egipto y ese mismo día dejar plantado al presidente Macron en un desayuno, llegar con varias horas de retraso a una reunión en Hatogrande y hacer esperar más de una hora al numeroso público asistente al Premio Simón Bolívar. La impuntualidad crónica del presidente Gustavo Petro hace que uno se pregunte qué es lo que hay detrás de lo que pareciera ser un rasgo de personalidad. Y he aquí lo que dicen los que saben.

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¿Es la impuntualidad una enfermedad? Esa es una de las preguntas que se formulan los curiosos en internet. Todo parece indicar que no. Hay personas que tienen una noción del tiempo distinta, que hace que vayan desfasadas de los demás, pero son casos raros. En cambio, hay consenso en que la puntualidad se aprende. En el hogar, como una responsabilidad más. O más tarde, con técnicas que implementan los expertos para superar ese mal hábito. También se dice que la impuntualidad es contagiosa: si el jefe llega siempre tarde, esto mismo empezarán a hacerlo sus subalternos y todo plan de trabajo necesariamente se verá alterado.

Ahora bien: los gobernantes están rodeados de edecanes encargados de que no se atrasen y por tanto tienen pocas excusas. No hace mucho asistí a un acto oficial en otro país, donde el cronograma estaba especificado en minutos: a las 11:20, a las 11:35, etc. Y así se cumplió, aunque pareciera increíble. Es que la puntualidad es una conquista cultural. Aunque no se puede creer esto a pie juntillas, los estudios dicen que los países más atrasados son aquellos que no valoran la puntualidad, y los más prósperos, los que la han conquistado, como Japón, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.

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Desde el punto de vista sicológico y sociológico las interpretaciones que se hacen de la impuntualidad son tan amplias que van de decir que es algo propio de mentes creativas pero desordenadas, hasta que es “un rasgo patológico de la personalidad”. Estos son algunos diagnósticos: es propia de una personalidad narcisista y poco empática, que la utiliza como un mecanismo de poder; el impuntual arrastra una gran inseguridad: teme al encuentro y por eso lo posterga; la impuntualidad crónica es una estrategia para comunicar un mensaje de superioridad. Oliver Burkeman, un sicólogo social, afirma que el incumplido “quiere estar en control de la situación, ser el centro de atención cuando llega”. Y hay una interpretación desde la ética: La Silla Vacía en un espacio llamado “Alfabetización ética”, en el capítulo “La puntualidad”, dice: “La verdadera ciudadanía implica (…) respetar los «tiempos» de las personas y de las comunidades”. La puntualidad hace parte, también, del código de comportamiento ético del poder judicial. Carlos Gaviria decía que ser impuntual es una falta ética porque implica no cumplir. Y las consecuencias: pérdidas económicas, atraso social y baja credibilidad. Como ven, no la falta leve que muchos creen que es.

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