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La literatura escrita por mujeres se ha ocupado siempre de temas que a nosotras nos conciernen. Que son todos. Desde el amor hasta la guerra, pasando por la sexualidad, la muerte, la familia. Porque, como dijo Terencio, nada de lo humano nos es ajeno. Durante siglos, sin embargo, el privilegio de escribir lo tuvieron tan sólo unas pocas mujeres y no sin dificultades: las que tenían medios económicos y un cuarto propio, como señaló Virginia Woolf, y pasión y valentía a toda prueba, digo yo. Constreñidas, desdeñadas, discriminadas, las mujeres empezamos a escribir libremente hace muy poco en la historia de la humanidad y todavía en el siglo XX nos veíamos expuestas al prejuicio masculino y al desdén de los editores.
Por fortuna, las cosas han ido cambiando y hoy en día hay cada vez más mujeres publicando. Aunque todavía no logramos derrumbar todas las dificultades —que comienzan en la vida cotidiana, donde las oportunidades no son iguales para las mujeres—, nuestros libros son bien recibidos por los lectores, en su mayoría también mujeres, pues según las encuestas somos las que más leemos. Poco a poco y venciendo los tabús, las escritoras hemos ido ampliando el registro de temas, atreviéndonos a explorar con crudeza experiencias del género que, en la pluma de los hombres, a menudo resultan deformadas por concepciones idílicas de la mujer o por una visión que nos divide, maniqueamente, entre virginales y perversas. María y Eva. “Mujer artista no es más que una disoluta”, dijo Flaubert, por ejemplo.
Una de las precursoras —y las hay magníficas— de las escritoras que se atreven hoy a hablar de temas antes vedados es la francesa Annie Ernaux, nacida en 1940, quien en su libro El acontecimiento nos cuenta cómo siendo una estudiante universitaria debió realizarse un aborto en 1963, en la más profunda soledad y en condiciones aterradoras, que la expusieron a la muerte. Annie, una mujer de origen obrero que logró lo que no habían logrado sus padres, tuvo claro que en mitad de su carrera la llegada de un hijo truncaría sus esfuerzos y sus sueños, y tomó esa difícil decisión. El aborto estaba prohibido en Francia. Hoy, 60 años después, la ley sigue sin despenalizarlo, aunque es legal abortar en las primeras 14 semanas de embarazo. Lo maravilloso de Ernaux es que a través de la historia privada logra develar lo público. Y las perversidades de un sistema. Lo mismo que hoy hace buena parte de la literatura escrita por mujeres cuando habla sin tapujos de los mitos alrededor de menstruación, maternidad, homosexualidad o condición transgénero, o de las dificultades de ser madre, hija y pareja.
La literatura escrita por mujeres, pues, ayuda a “romper el pacto patriarcal” del que se burla AMLO. Sin embargo, como escribió Elvira Navarro en Twitter, hay es que abogar “porque seamos literatura, y no literatura femenina ni escrita por mujeres, ni autoras que sólo se estudian en asignaturas del tipo “las escritoras en la literatura española”. Y porque no haya más actos ni antologías bajo el infame rótulo “ellas también cuentan”.
Nota al margen. El Día de la Mujer una conocida emisora destaca en este diario, a página entera y con una foto de sus colaboradores, su noticiero matutino. ¿Y qué vemos? Nueve hombres y una mujer. Qué tino.
