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Dueños del mundo

Piedad Bonnett

26 de agosto de 2023 - 09:07 p. m.
"El abrupto beso en la boca de Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, a Jenni Hermoso, una de las jugadoras españolas, es también una muestra de cómo la mentalidad machista, incrustada en lo más profundo de los cerebros de muchos hombres, ejerce con toda naturalidad “la dueñidad”, un concepto que la antropóloga Rita Segato explica así en una entrevista: “El patriarcado es un orden de dueños y de soberanías sobre los cuerpos y los territorios”" - Piedad Bonnett.
Foto: EFE - Alba Feixas

Durante la transmisión del partido entre Colombia e Inglaterra, en el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda, el comentarista colombiano tuvo un lapsus y se refirió a las jugadoras como “ellos”. Es fácil interpretar ese error: en la cabeza de muchos, y de ese señor en particular, no acaba de instalarse la idea de que hay fútbol femenino y además de extraordinario nivel. Como decimos coloquialmente, lo traicionó el subconsciente. Jugador de fútbol es hombre y punto.

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El abrupto beso en la boca de Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, a Jenni Hermoso, una de las jugadoras españolas, es también una muestra de cómo la mentalidad machista, incrustada en lo más profundo de los cerebros de muchos hombres, ejerce con toda naturalidad “la dueñidad”, un concepto que la antropóloga Rita Segato explica así en una entrevista: “El patriarcado es un orden de dueños y de soberanías sobre los cuerpos y los territorios”. Tan dueños del mundo se sienten estos señores, que la primera reacción de Rubiales ante las críticas fue decir: “No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos (…) No estamos para gilipolleces”. Momentos antes del beso Rubiales había incurrido en otros dos actos inapropiados: abrazó a la reina Letizia por los hombros, apretándola contra él, con un exceso de confianza inusitado, y en otro momento se agarró con una mano el “paquete” de los genitales, en ese conocido gesto obsceno hacia la gradería que equipara victoria con masculinidad.

De la primera reacción de Jenni Hermoso hay constancia en un video. Cuando en el camerino, en medio de la euforia, alguien le enseña la grabación del beso de Rubiales, ella dice en voz alta, risueña: “¡No me ha gustado, eh! No me ha gustado, ¿pero yo qué hago?”. Esa frase explica muy bien el bochorno y la incapacidad de reacción que se apodera de muchas mujeres ante la invasión intempestiva de un extraño, sobre todo cuando se trata de un superior o alguien con poder. ¿Pero yo qué hago?, es la pregunta que una mujer se hace, estupefacta, cuando bajo pretexto de cariño un hombre con el que no tiene vínculo amoroso le acaricia la mejilla, o le da palmaditas en el muslo, o una palmada en la cola, o le toma la mano más tiempo del debido. Tampoco la reina Letizia reaccionó, seguramente por guardar la compostura que de ella se espera. ¿Porque saben qué sucede cuando una mujer reacciona ante esos atrevimientos que un machista no tildaría jamás de irrespetuosos? Que el abusivo nos tildará de histéricas y de haber malinterpretado su gesto. Las primeras explicaciones de Rubiales fueron: “Ha sido un momento de máxima efusividad, sin ninguna mala intención y sin ninguna mala fe”. Tal vez hasta tengamos que creerle. Él, como muchos otros, no ha entendido que el mundo cambió y que hoy ya tendría que saber dónde está el límite.

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Cuando vio lo que se le venía pierna arriba, en un país como España, donde la polémica sobre el consentimiento ha estado en primer plano, Rubiales anunció la dimisión de su cargo, pero luego se retractó y, como sucede en esos casos, hay colas: el diario AS de España tituló: “Jenni deja caer a Rubiales”. Mientras a él lo nombran por el apellido, ella es familiarmente llamada por el nombre y de paso culpada sutilmente de las consecuencias que esperan al atrevido.

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