La apoteósica llegada del “Ñoño” Elías a Sahagún, su tierra, después de purgar su condena por delitos de corrupción, entre ellos cohecho y tráfico de influencias en el caso Odebrecht, me recordó otros dos eventos multitudinarios: el entierro de Pablo Escobar, al que asistieron unas veinte mil personas, y el recibimiento de su fanaticada a Diomedes Díaz cuando salió de la cárcel por asesinato. ¿Cómo se explica, una y otra vez, la moral relativa de una buena parte de los colombianos, a la que las infamias de esos personajes les valen huevo?
La primera respuesta, y la más fácil, la dieron algunos de los asistentes a la ruidosa...
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