Cuando escribo esta columna no puedo saber aún qué tan concurrida estuvo la llamada marcha contra la corrupción convocada por el exprocurador Ordóñez y el Centro Democrático. Lo que sí sé es que es otra forma que encuentra el uribismo de manipular los sentimientos de los colombianos, indignados por los niveles de corrupción. Una marcha que daría risa si no fuera escandalosa, porque no hay quienes tengan un rabo de paja más grande que los dirigentes de ese partido.
Pero ojo: este no es sino un episodio más de la escalada de la derecha, que aspira a tomarse el poder en 2018, y que de llegar a hacerlo lo primero que haría sería echar por la borda los acuerdos del proceso de paz. Una derecha que se ensancha y se diversifica. La de Uribe y la del exprocurador (el computador acaba de corregir poniendo “predicador”) resulta abultada por las huestes de los pastores cristianos, retardatarios capaces de inventarse la ideología de género, y algunos de ellos verdaderos fanáticos o manipuladores de sus comunidades con intenciones más económicas que religiosas. A esa misma derecha recalcitrante acaba de sumársele un nuevo partido conformado por exmiembros de la fuerza pública, y cuyo nombre, Patria nueva, ya es un indicio de nacionalismo —en una época en la que el populismo de derecha y de izquierda lo está usando como arma electorera— y de su cercanía con el expresidente Uribe —a quien se le llena la boca hablando de “patria”—, con quien “no descartan una alianza”. El general Mendieta, uno de sus voceros, por lo menos es claro cuando dice que sienten “afinidad con quienes se ubican en la llamada centroderecha”, aunque lo de centro está por verse.
A la derecha también pertenece Germán Vargas Lleras, que probablemente haga alianza con el Centro Democrático, a donde su olfato político lo conduce porque no ve mejores posibilidades. Vargas Lleras aspira al poder gracias a la frenética tarea de construir infraestructura, algo que gusta mucho a los gobernantes autocráticos y que no estaría mal si hubiera sido realizado como misión del gobierno y no como precampaña electoral sin reatos, que culminó en solapado lanzamiento de campaña. Vargas Lleras tiene la ventaja de haber dado prebendas a políticos de todas las regiones, y explota, además, el deseo primario de mano dura, que él ejemplificó tan bien cuando le dio el cocotazo a su guardaespaldas. A los intereses de la derecha también ayudan muchos periodistas y algunos de los grandes medios, uno de los cuales acaba de nombrar como director de su noticiero a Hassan Nassar, que hace alarde de su ingenio en Twitter: “Cirujanos en COL piden trasplante urgente d huevas d Uribe a Santos” (grafía textual).
La escalada de la derecha puede explicarse de muchas maneras: terror a las Farc haciendo política (y a personajes populistas y autoritarios como Petro, la promesa chavista); vientos desatados por Trump, Marine Le Pen, et alia; y las torpezas del Gobierno, que incurre también en populismos bobalicones, como proponer voto a los 16, o indulto masivo de presos por la llegada del papa. Todo es más complejo, por supuesto, pero hay una cosa clara: las fuerzas progresistas del país tienen que buscar un líder que conjure la derecha.