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El Sí de la gente

Piedad Bonnett

10 de septiembre de 2016 - 09:00 p. m.

Algunos articulistas han escrito sobre la decepción que les causó ver la apatía ciudadana al momento de la firma de la paz.

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Y no les falta razón: es como si el escepticismo hubiera cubierto con una nube gris lo que debería ser una celebración luminosa. Eso ha puesto a repetir a muchos periodistas que buena parte de  la sociedad civil pareciera ignorar la importancia del plebiscito, con todo lo que esto implica de negativo para el Sí. Pero, por fortuna, las iniciativas de personas y grupos han empezado a surgir con entusiasmo. En el lapso de una semana he conocido varias, de la más diversa índole y apartadas de cualquier nexo político: la de la Fundación todos por la Paz, que lidera Fabio Villegas y que  impulsa a los empresarios por el Sí;  la heroica  convocatoria de Laura Gil, una académica uruguaya, que tiene en su perfil un corazón que dice “Colombia, todo lo que tengo te lo debo a vos”, y que a punta de llamadas telefónicas fue capaz de reunir en la plaza de Bolívar más de 50 figuras representativas de este país, entre escritores, artistas plásticos, gente de teatro y deportistas como Cochise, Happy Lora, el Pibe Valderrama y muchos más; la de Redepaz y Un millón de mujeres por la paz, que proponen a los colombianos que el 29 de septiembre nos reunamos en nuestras casas o en sitios públicos para hacer una cena por la paz;  y la del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, que con el lema “Que descanse en paz la guerra” se encargó de llevar a los poetas a las bibliotecas  de las regiones para celebrar con poesía la muerte de esta enemiga de los colombianos. Y estoy segura de que en todas partes del país organizaciones como estas están adelantando sus campañas por el Sí. 

Pero también he conocido iniciativas pequeñas, hermosas e igualmente eficaces: la de la chica que me entregó una palomita con la bandera de Colombia, diciéndome que se trata de su campaña personal; la de los amigos que han puesto en WhatsApp un globo, una paloma, un arco iris, con los más diversos diseños del Sí. La de muchos estudiantes que en sus blogs o en sus páginas están haciendo pedagogía de los acuerdos. Todos ellos lo están haciendo con alegría, con fe, sin odio, diciendo tácitamente que la paz de Colombia no es ni la paz de Santos ni la paz de Uribe, y proponiendo un Sí argumentado con euforia y esperanza, sin pelear ni descalificar a los partidarios del No. Porque el Sí tiene la ventaja de ser propositivo mientras el No parte de la desconfianza, el pesimismo y el miedo.

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Jhonny Daniel, un conductor de taxi de 26 años, me lo explicó con palabras sencillas: “yo voy a votar Sí porque nada puede ser peor que un país en guerra”. Y añadió, refiriéndose al plebiscito: “es que la pregunta ofende”. Y oí decir a un ama de casa, con mucha convicción: “Yo aún sin leerme los acuerdos sé que prefiero la paz a la guerra”. Ellos saben que el Sí es apenas el primer paso para una paz que debemos construir entre todos. Y que el 2 de octubre lo que haremos, como escribió el periodista y escritor británico John Carlin, es decirle “sí a la vida y no a la muerte”. Escoger “entre la pequeñez y la grandeza, entre la inteligencia y la estupidez, entre la barbarie y la civilización”.

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