En su libro Desobedecer, Frédéric Gros, profesor de Filosofía de la Universidad de París, nos recuerda que en una sociedad injusta el problema no es la desobediencia sino la obediencia. Y recoge una frase de Wilhelm Reich: “La verdadera cuestión no es saber por qué se rebela la gente, sino por qué no se rebela”. Pensé en sus postulados cuando leí en El Espectador el caso de Andrés Parales, un joven que presta su servicio militar en la policía y que se resiste a rezar, por obligación, en el Comando de Bucaramanga, a un dios cristiano en el que no cree y a llevar el pelo corto como lo exige el reglamento. Andrés sigue las doctrinas de Antón LaVey, fundador del satanismo, una corriente atea agnóstica que propone que las personas “deberían tomar sus propias decisiones sobre su apariencia y estilo de vida, de acuerdo con sus principios, deseos y valores”, en vez de rendirse ciegamente a lo que la sociedad quiera. Andrés cuenta que, en represalia, sus superiores lo tratan mal, lo obligan a hacer “acondicionamiento físico” y hasta uno de los intendentes se atrevió a decirle que si seguía con esa actitud le iba a hacer lo mismo que a Lucas Villa, el joven asesinado con toda deliberación durante el estallido social del 2021.
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Elogio de la desobediencia
05 de noviembre de 2023 - 02:00 a. m.