De la OMS se pueden decir —y se han dicho— muchas cosas, todas polémicas: que en sus mensajes hay un tono apocalíptico que nos quita fuerza y esperanza, que su forma de operar es lenta y deficiente, que tiene alianzas con el gobierno chino y, por tanto, intereses creados, etc. Sin embargo, acierta su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, cuando afirma, con el mismo rostro trágico de todas sus intervenciones, que “el mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral”, refiriéndose a la incapacidad de garantizar equidad social a la hora de adquirir y aplicar vacunas. Esto es evidente: apenas unos pocos países —la mayoría ricos—...
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