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Francia

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Piedad Bonnett
11 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.
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El 5 de diciembre, El Espectador y la Fundación Color de Colombia otorgaron, como todos los años, los premios a los Afrocolombianos del Año. La vicepresidenta Francia Márquez fue una de ellos. Me correspondía a mí el honor de dirigir unas palabras para ella, pero como no pudo asistir por un viaje al exterior, comparto hoy con los lectores una síntesis de lo escrito, que intenta hacer justicia a sus muchos méritos.

En una bella entrevista con Mábel Lara, en la que Francia Márquez se muestra como la que es, inteligente, espontánea y divertida, nos contó que en su casa los criaron con un mandato: “Tienen que ser gente”. También nuestros padres nos decían lo mismo en un pueblo de Antioquia: “Tienen que ser gente”. Una expresión tal vez arcaica, que hacía un llamado a ser trabajadores, honestos, buenos ciudadanos. Por supuesto que Francia Márquez les cumplió a cabalidad a sus padres, pero fue mucho más allá, movida por su espíritu excepcional, donde anidaron desde siempre la rebeldía, la capacidad de indignarse y de luchar, y sin duda algo de esa rabia inevitable que brota cuando hay conciencia de abandono, injusticia, falta de oportunidades.

Y es que la lucha de Francia Márquez, como las de tantos afrodescendientes, ha sido enorme: contra la pobreza, que la obligó a trabajar en una mina y en una casa de familia; contra el prejuicio, en un país racista y clasista; contra el machismo, que hace que el camino de una mujer, más aún si es negra, sea infinitamente más difícil que el de un hombre; y, sobre todo, contra la idea de que se está condenado a una circunstancia sin salida, por el solo hecho de haber nacido en una región apartada y violenta. Cuenta Francia que cuando quiso ir a la universidad, en su entorno le decían: “Eso no es para vos”, que era también una manera de decir: “Eso no es para nosotros”. Unas palabras dolorosas que reflejan la desesperanza que puede instalarse en una comunidad como resultado de siglos de exclusión y de injusticia. Pero a Francia Márquez nada iba a detenerla. Y no por una ambición personal de poder, sino por una admirable conciencia social que la llevó a defender su primera causa: el río del que había oído decir desde pequeña que era lo más preciado para su pueblo.

No es que la adversidad haya forjado el carácter de Francia Márquez. Es que ese carácter suyo ha ido creciendo a medida que los retos se han ido haciendo mayores. Francia Márquez tuvo que enfrentar sola una maternidad temprana, pero también amenazas, discriminación, ataques de odio y hasta ardides para mantenerla en la sombra a pesar del apoyo popular. Todos esos riesgos los ha asumido con gran valentía, hablando con firmeza, pero con una serenidad que contrasta con el tono belicoso que impera en una Colombia dividida.

Todos los ganadores de este premio hablan por la dignidad de la comunidad afrodescendiente colombiana, esa dignidad que les ha querido arrebatar una historia de crueldad y despojo. Esperemos que algún día no tengamos que mencionar siquiera el origen o la raza de ningún colombiano. Mientras tanto, todos los que creemos en los valores fundadores de las democracias modernas seguiremos soñando con sociedades donde haya libertad, igualdad y fraternidad. Hasta que la dignidad se haga costumbre, como dice Francia Márquez.

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