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Inequidades

Piedad Bonnett

03 de octubre de 2015 - 09:33 p. m.

El mundo patas arriba. Eso es lo que uno concluye cuando se examinan las diferencias salariales en Colombia y el mundo.

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La revista Portafolio calculó en febrero de este año, usando instrumentos del portal web de BBC Mundo, que a un compatriota con un sueldo mínimo le tomaría 1.440 años ganar el salario anual de James Rodríguez, que es de cerca de $21 mil millones. “En menos de un minuto, mientras un colombiano gana $12, James está facturando $26.000”, dice el artículo. Eso es posible porque el fútbol dejó de ser sólo un deporte para convertirse en un negocio. Y porque en la civilización del espectáculo, para usar el término de Vargas Llosa, todo lo que atraiga públicos masivos tiende a crear esas desmesuras, que a mí me resultan inconcebibles. Porque por más genialidad que posean los astros del balón, nada justifica esas desproporciones en un mundo cada vez más inequitativo.

Ahora bien, todos nos encogemos de hombros frente al salario de James o al de Brad Pitt, que gana 25 millones de dólares por película, porque son cifras tan excéntricas y absurdas que ni vale la pena compararlas con nuestros salarios. Pero es bueno preguntarse por el orden de cosas en estas sociedades, donde el neoliberalismo galopante se desentiende del hambre y la pobreza. Me entero, por un titular, que el presidente de Ecopetrol gana 45 millones de pesos al mes, y es bien sabido que los presidentes de las compañías más grandes pueden llegar a ganar hasta 70 u 80 millones al mes. En un mundo ideal, estos tal vez serían salarios justos pues son cargos de enorme responsabilidad, que exigen conocimientos, mucho trabajo y decisiones arriesgadas. Pero, por desgracia, este no es un mundo ideal. En Colombia, donde los congresistas reciben 26 millones de pesos al mes, el salario mínimo no alcanza los 700 mil pesos, y esa suma la gana un 55% de los colombianos; un maestro, que tiene la responsabilidad de formar a nuestros niños, gana un sueldo promedio que no llega a los dos millones de pesos; un médico que estudió un mínimo de siete años, con una experiencia de tres y que se ve obligado a atender a un paciente cada 20 minutos, no gana más de ocho, lo mismo que un profesor universitario con un doctorado y más de diez años de experiencia; o que un científico dedicado a la investigación. Ni qué decir los recién egresados: un estudio publicado por Elempleo.com dice que un profesional de derecho, comunicación social o ingeniería, con un año de experiencia laboral, gana un promedio de un millón 400, y un médico dos millones y medio. Por supuesto que hay variables y hay excepciones, pero por ahí van las cifras...

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Creo que esas desproporciones abismales reflejan muy bien qué tan tergiversados están los valores de una sociedad. A eso se llama, sencillamente, inequidad (no iniquidad, como escriben una y otra vez los periodistas, aunque el segundo término bien puede calificar al primero). Y yo me digo, ahora que parece que la paz está a un paso, que para que ésta sea sólida y duradera, lo primero que tendrían que hacer nuestros gobiernos es tratar de estrechar la brecha. Porque sólo donde hay bienestar general, estímulo y esperanza para todos, puede disminuir la violencia.

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