Publicidad

Ira santa

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Piedad Bonnett
10 de agosto de 2014 - 03:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Éramos muchos en el encuentro de poetas: franceses, italianos, croatas, griegos, españoles, latinoamericanos, de Irak, Siria, Irán, Jordania, Líbano, Marruecos, Palestina… y el poeta israelí, muy joven y sin embargo precedido de un aura de prestigio.

Lo desgloso del grupo, porque así se vio en aquellos días: aislado y taciturno, abrumado, sin duda, por las noticias que nos causaban indignación y nos llevaban a discusiones políticas a las que no se incorporaba. Día a día nos enterábamos de cómo aumentaba la cifra de palestinos muertos y de que muchas de las víctimas eran niños inocentes. Y yo pensaba en la tragedia del poeta hebreo, que migró a Israel a los siete años con su familia, que vio morir a su hermana en la guerra, que sin duda carga en su alma un dolor antiguo, el de tantos judíos que perdieron a sus antepasados en campos de exterminio, y que hoy tiene que cargar, además, con la vergüenza de ver que su gobierno reacciona frente a Hamás con una desmesura que sólo puede nacer de la insensibilidad, la prepotencia y el menosprecio del pueblo al que fustiga.

No justifico el terrorismo de Hamás ni sus túneles ni sus misiles, pero puedo entender que en una región sometida a ocupación y al más infame de los bloqueos, aparezcan facciones llenas de fanatismo y dispuestas a todo. Y es que los crímenes de guerra de Israel, denunciados por la ONU, y entre los que se cuentan las 27.000 casas de familias palestinas derrumbadas durante los años de conflicto, aduciendo que eran de parientes de terroristas, no son de ahora. A eso se suman, en estos días, los ataques a escuelas, hospitales y estaciones de agua y electricidad básicos para la vida, y los casi dos mil muertos, la mayoría civiles inocentes. El horror causado por el bloqueo lo acaba de testimoniar Vargas Llosa en reciente artículo en el diario La Nación: “Yo lo he visto con mis propios ojos. Y me he sentido asqueado y sublevado por la miseria atroz, indescriptible, en que languidecen, sin trabajo, sin futuro, sin espacio vital, en las cuevas estrechas e inmundas de los campos de refugiados o en esas ciudades atestadas y cubiertas por las basuras, donde se pasean las ratas a la vista y paciencia de los transeúntes, esas familias palestinas condenadas sólo a vegetar, a esperar que la muerte venga a poner fin a esa existencia sin esperanza, de absoluta inhumanidad, que es la suya”.

Shlomo Ben Ami, excanciller de Israel, es uno de los pocos israelitas que se atreven a señalar el error estratégico de Netanyahu, y los daños que este hace a su propio pueblo: “El verdadero peligro está en casa”, dice. “La devastación causada por los periódicos enfrentamientos asimétricos de Israel, la ocupación permanente de tierras palestinas y el crecimiento continuo de los asentamientos dieron impulso a una campaña cada vez más intensa por debilitar la legitimidad de Israel”. La censura moral de medio mundo sobre el país que él representa agobia, sin duda, al poeta hebreo, a Ben Ami y a una porción de israelíes, aquellos que se atreven a ver la verdad sin fanatismos. Porque por ahora esa censura es la única arma que tenemos, Colombia tendría que ser mucho más enfática en su protesta.

 

 

Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.