Tan evanecida es Íngrid Betancourt y tan segura está de que es una figura pública importantísima, que ni siquiera pudo medir los riesgos de impopularidad que correría cuando atacó de manera aleve a Alejandro Gaviria, faltando a todos los pactos de lealtad con los integrantes de la Coalición Centro Esperanza y haciéndoles un gran daño. Ratifica así, otra vez, la falta de sentido de la realidad y de sensatez que mostró cuando quiso que la Nación la indemnizara por sus años de secuestro. Y es que la soberbia, uno de sus muchos pecados, ciega.
Uno no quisiera tener que hablar mal de Íngrid, por consideración con el mucho dolor que tuvo...
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