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La derecha dispuesta a todo

Piedad Bonnett

09 de noviembre de 2025 - 12:07 a. m.

Si el Partido Liberal colombiano fuera fiel al verdadero espíritu del liberalismo, su jefe eterno, el expresidente Gaviria, no habría tenido la desvergüenza de aliarse con Álvaro Uribe —un exmandatario funesto, un político de la ultraderecha abocado a un juicio penal, bajo cuyo gobierno fueron asesinados 6.402 jóvenes a manos del Ejército Nacional— para conformar una “gran coalición” que derrote a la izquierda en el 2026. Lo cierto es que ya no queda ni la sombra del político que recibió de Juan Manuel Galán las banderas de su padre asesinado, o del presidente que logró la desmovilización e integración a la vida civil de grupos como el M-19 y el Quintín Lame, el mismo que, a pesar de muchas acciones controversiales, como la de la llamada Catedral, impulsó la Constituyente del 91, que dio lugar a instituciones como la Corte Constitucional, la Defensoría del Pueblo y la acción de tutela. Hoy Gaviria, un jefe mañoso empeñado en ubicar bien a sus hijos en el mundo del poder, dirige un partido desvertebrado que, para ser justos, desde hace décadas olvidó su misión de luchar por las libertades individuales, la igualdad y la justicia social, y al que solo le quedan unos pocos miembros con alguna respetabilidad.

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Tan desesperada parece la derecha, engrosada ahora por las huestes liberales, que el presidente eterno, que se ha dicho siempre liberal pero cuyo talante represivo y moralista es conservador, ha expresado su deseo de que en su “gran coalición” estén desde Sergio Fajardo hasta Abelardo de la Espriella, pasando por la problemática Ingrid Betancourt, que daña todo lo que toca, y el más capaz pero también autoritario Vargas Lleras. No creo que Fajardo se pliegue a semejante exabrupto. Pero que, además de la caverna uribista inviten a de la Espriella, un personaje tan fantoche como siniestro, muestra hasta qué punto esos “liberales” están dispuestos a correr las líneas rojas con tal de ganar las presidenciales. De razón Vladdo, con mucha gracia, se refirió a esta coalición como “el pacto prehistórico”.

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Por fortuna, voces como las de Guillermo Rivera, Juan Fernando Cristo o Juan Carlos Losada, liberales pero críticos acérrimos de Gaviria, están proponiendo lo que es lógico para romper los extremismos y para conjurar la posibilidad de un gobierno de derecha con ecos de Trump, Milei o Bukele: conformar una alianza de centro y centroizquierda, y, por qué no, de centroderecha, conformado por personas serias, preparadas, y sobre todo moderadas, de la que salga una figura dispuesta al cambio, pero no a la manera anacrónica, ampulosa y autoritaria de Petro. Aunque suena difícil de lograr, porque todavía hoy muchos insisten en que centro es sinónimo de tibio, y no una postura como la que planteaba Montaigne: un espacio donde las verdades absolutas sean reemplazadas por un sano escepticismo, y por una actitud crítica del todo contraria a la intolerancia y la rigidez dogmática.

P. D. Desafortunadamente, Iván Cepeda, una opción posible, no se ha desmarcado suficientemente de Petro. Ya no solo dice que quiere, como él, una constituyente, sino que le estamos oyendo también desmesuras como “Colombia, potencia mundial de la vida”. Y necesitamos que se pronuncie sobre Maduro.

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