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La sociedad del estruendo

Piedad Bonnett
03 de marzo de 2024 - 02:00 a. m.

Pocas veces se logra un consenso tan grande al evaluar una vida, como el que se desprende de las numerosas notas de despedida que escribieron amigos y conocidos sobre Rodrigo Pardo, que murió hace unas pocas semanas. Trabajamos juntos en la universidad, y tuvimos oportunidad de conversar muchas veces, y suscribo totalmente el juicio más contundente y generalizado sobre su persona: fue un hombre bueno. Pero también –y todo el mundo coincide- fue un ser humano ecuánime, discreto, moderado, íntegro, un gran analista y un hombre libre, que supo dedicarle tiempo a todo aquello que lo apasionaba. Y eso no significa que no tuviera sentido del humor, o que no apelara, con inteligencia, a la ironía o al comentario provocador.

Mientras leía algunos de esos epítetos, pensaba en lo poco que aprecia la sociedad de hoy muchas de esas virtudes. En un mundo donde el enriquecimiento rápido y el éxito –llámese fama o popularidad- son las metas de la mayoría, la bondad es un concepto que se ha desvalorizado, hasta el punto de que puede llegar a relacionarse con la tontería o la ingenuidad; sobre todo en un país como Colombia, que ha glorificado al listo, ese que siempre está buscando el atajo o la trampa para conseguir lo que busca. Al astuto se lo admira por su inteligencia, así sea un villano. Ni qué decir del desprestigio de la moderación, del justo medio del que hablaba Aristóteles. ¿A quién en el mundo enfurecido de las redes sociales, donde se lanzan pedradas a diestra y siniestra, le parece interesante o admirable el hombre prudente, o el que busca equilibrio a la hora de razonar o de actuar? Para las muchedumbres reactivas que son felices creando las shitstorms, las tormentas de basura que revuelcan todos los días a personajes públicos y no públicos, y para los políticos vociferantes, capaces de replicar falsedades sin comprobación, para luego tener que retractarse – o no-, la prudencia es de pendejos. Y la ponderación, la ecuanimidad, el deseo de ser justo, a los ojos de los radicales, son posturas de cobardes o de tibios. Epítetos adjudicados a cualquiera que no esté alineado en un extremo, o que esté dispuesto a analizar los hechos sin prejuicio y con honestidad. Según eso, Rodrigo habría sido un tibio. Se equivocan: un tibio es el pusilánime que no se define porque es un oportunista que no se quiere comprometer. O el plano, que no tiene juicio sobre nada porque le da pereza investigar y pensar.

Esta es una época que ama lo chirriante y desmesurado. De ahí que un tipo como Trump seduzca a medio mundo a punta de cinismo, grosería, rudeza, y mal gusto –los tennis dorados que acaba de lanzar para recoger fondos han sido perfectamente calculados por sus asesores-. A su público le divierten sus expresiones machistas, xenófobas, racistas, y lo tiene sin cuidado que haya estafado, engañado al fisco o promovido descaradamente el asalto al capitolio. Aman el payaso que hay en él, su narcisismo, que bordea la caricatura. Esa masa –que es igual allá que aquí- es la que confunde la discreción, el bajo perfil, la sobriedad, con grisura o pobreza de espíritu. A la que nada dicen palabras como bondad, generosidad, decencia.

 

NAVY(47439)05 de marzo de 2024 - 05:40 p. m.
En Netflix se encuentra un documental sobre las "hazañas" empresariales de Trump; quebró 5 veces y estafó a una gran cantidad de personas arribistas.
Mario(16018)04 de marzo de 2024 - 06:52 p. m.
Da grima ver que ese comportamiento perverso del payaso Trump, se dé en un país dizque desarrollado y no en un platanal como es Locombia.
Atenas(06773)04 de marzo de 2024 - 04:53 p. m.
Tarde te leo, Piedad; mas ello, y más allá de lo de Trump, eso no me inhibe de clara/ expresar q’ es poco más o menos lo q’ hace casi dos años ocurrió en el país: q’ 11 millones de tarugos convencidos por un vendedor de humo, prevalido en la crasa ignorancia de la masa, les prometió masiva/ cosas q’ no estaban en su mente q’ iría a cumplir. En resumen, q’ fue y ha sido un engaño muy bien planificado con un infernal final, llevar al país al abismo.Atenas.
Usuario(51538)03 de marzo de 2024 - 10:20 p. m.
Hay dos palabrejas que son bastante ofensivas para quienes van dirigidas, y ellas son el "mamerto", desde la esquina de la más pútrida ultraderecha, y el "tibio", utilizada por los petristas (aquí no nos digamos mentiras) para denostar de aquellos que no se alinean con ningún extremo. No se trata de "pusilanimidad", como frescamente afirman los petristas. No, se trata de tener bien claro que cualquier extremo es dañino. Eso no lo entiende un sensei de los petristas en este foro: J. C. Londoño.
  • NAVY(47439)05 de marzo de 2024 - 05:38 p. m.
    El origen del termino mamerto lo encuentras en el libro La Violencia en Colombia; no nace como ofensa sino para referirse a los seguidores de unos lideres sindicales a medidos del siglo pasado
Concha(99107)03 de marzo de 2024 - 09:30 p. m.
Gran columna, como siempre, objetiva, ponderada e informada. Gracias!
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