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La tiranía del Pico y Placa

Piedad Bonnett

10 de febrero de 2024 - 09:00 p. m.

Bogotá sigue siendo una de las ciudades con el peor tráfico del mundo. Se calcula que los capitalinos perdemos 132 horas al año en trancones. La pregunta, sin embargo, es: ¿todo el peso de las consecuencias de la incapacidad de los gobiernos para crear vías amplias y medios de transporte multimodal tiene que recaer en los dueños de carros particulares, condenados a no transitar hasta tres veces en la semana? ¿Tendremos que seguir sometidos a una medida coercitiva llevada al extremo, sin las mínimas posibilidades de respiro que daba antes la circulación en horas valle? Somos una minoría, sí, pero una minoría de 1’900.000 carros o más que también tiene derechos, máxime si pagamos altos impuestos de rodamiento.

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Ya oigo a los de siempre estigmatizando a “los privilegiados” que tenemos carro. Habría que recordarles que cientos de pequeños emprendedores y trabajadores independientes se ven afectados. Ellos pierden dinero con la medida, pero también los comerciantes, los talleres de reparación, los dueños de bombas de gasolina y muchos otros. Y, sobre todo, muchos ciudadanos ven entorpecidas sus actividades diarias: el paciente que debe hacerse diálisis, el que sufre una emergencia médica, el viajero que debe pasar por Bogotá para ir a otra ciudad, el padre o la madre que lleva a sus niños al colegio, el anciano que no quiere someterse a los hacinamientos de Transmilenio, el obrero que para llevar su herramienta de trabajo a sus sitios de destino debe gastar dinero en taxis. Pero, en cambio, sí existe el Pico y Placa solidario, que permite “comprar” la libre movilidad, una política intrínsecamente discriminatoria.

El Pico y Placa se creó en 1998 en Bogotá, y en esos 26 años las autoridades capitalinas no han creado la infraestructura que permita una movilidad digna para los bogotanos. Pero, además, los que nos limitan no apelan a tantas otras medidas que servirían para mejorar la movilidad. No hablo de terminar los casi mil frentes de obras, una tarea titánica dados los habituales retrasos de los contratistas. No. Hablo de reparar la malla vial, de sincronizar mejor los semáforos, que funcionan pésimamente, y de no permitir el parqueo indebido en todas las vías. Ve uno miles de carros mal estacionados en vías arterias, sin ninguna sanción que los disuada, porque la policía de tráfico desapareció y no hay quien aplique la ley. Pero, además, la Secretaría de Movilidad ha achicado vías enteras para poner unos engendros que nadie entiende, como los espacios para patinetas que ocupan todo un carril, dejando sólo otro para los carros.

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Criticamos y criticamos, pero frente a medidas tan agresivas como el Pico y Placa agachamos la cabeza, tal vez por temor a las hordas que nos estigmatizan. Creo que ya es hora protestar y de exigir. Sabemos de la necesidad del Pico y Placa, pero no de esa manera tan drástica.

Coda: Increíble que, en vez de vigilar y castigar el maltrato a los caballos, en Cartagena opten por reemplazar los tradicionales coches, usados en tantas ciudades del mundo, por unos carros eléctricos sin ningún encanto.

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