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Las formas sí importan

Piedad Bonnett
31 de julio de 2022 - 05:30 a. m.

Esta transición política, cargada de interesantes cambios y novedades, está dando pie a discusiones importantísimas y sacando a la luz los lastres de años de prejuicios y prevenciones del país racista y clasista que es Colombia. Voy a comenzar con un ejemplo que amerita un breve preámbulo.

Sabemos que en estas tierras el uso del tú y del usted no sólo no obedece a reglas claras sino que cambia dependiendo de la región, de los tiempos —pues los tratos rigurosamente jerárquicos de antaño, que marcaban distancia o cercanía, han ido cambiando— y hasta del capricho, porque el lenguaje, como toda entidad viva, se resiste a los corsés demasiado apretados. No obstante perduran ciertos acuerdos y protocolos. A una persona desconocida, con un alto cargo nacional o internacional, no se la tutea de entrada y menos si se la está entrevistando públicamente, como hizo hace unos días Yamid Amat en el noticiero CMI con la lideresa arhuaca Leonor Zalabata, designada por el presidente Petro como nueva embajadora ante la ONU en Nueva York, a quien además llamó Leonor a secas durante toda la conversación. Hasta donde yo he visto, Yamid Amat no ha tuteado a ninguno de los ministros entrevistados, ni a los directivos sindicales, ni a los empresarios, ni a ningún candidato a la Presidencia, ni al arzobispo de Bogotá. De pronto, que recuerde, a algún o alguna joven artista. No me lo imagino, tampoco, tuteando al actual embajador de Colombia ante la ONU, Guillermo Fernández de Soto. ¿A él le preguntaría, como a la lideresa Zalabata, “Guillermo, ¿tú qué sentiste cuando te nombraron?”.

¿Cómo interpretar ese familiar tuteo a una curtida líder indígena de 68 años, con una larga trayectoria y muchos reconocimientos a su haber, entre ellos el de haber sido candidata por el proyecto Héroes del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO? ¿La tutea porque es mujer, porque es arhuaca, porque no es doctora de una universidad prestigiosa? No creo que haya mala fe. Ni mala leche, como cuando Claudia Palacios le preguntó a Francia Márquez si se iría a “vivir sabroso” a la casa destinada a los vicepresidentes. Ni insidia, además de ignorancia, como cuando Paola Ochoa le preguntó a la señora Zalabata si sabía inglés, insinuando que el cargo le iba a quedar grande. Pero tampoco creo, como ingenuamente opinaron algunos, que el tuteo y la sonrisa permanente en los labios del entrevistador obedezcan al cariño o la consideración. Es condescendencia, que en una de las acepciones del diccionario aparece como “convivir o participar en algo con persona de condición más modesta”. O sea, paternalismo. Para Amat la lideresa Zalabata es una curiosidad, un personaje pintoresco al que entrevista entre complacido y asombrado porque su nombramiento le parece insólito. La suya es una discriminación de esas sutiles que están arraigadas en lo más hondo del cerebro.

Leonor Zalabata trató siempre de usted a su interlocutor, fue precisa, clara y sencilla en sus respuestas, y contestó con toda dignidad y bonhomía. Con la misma dignidad y contundencia con la que le aclaró a Paola Ochoa que habla irkum, arhuaco y español. ¿Recordará la señora Ochoa que García Márquez nunca logró hablar bien el inglés?

 

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