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Las pobres preposiciones

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Piedad Bonnett
14 de diciembre de 2025 - 05:07 a. m.
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Treinta años de haber estado corrigiendo trabajos en la universidad me sirvieron para afinar la mirada a la hora de detectar faltas de ortografía y errores gramaticales, no siempre evidentes para el que no lee mucho o nunca escribe. No es el caso de los periodistas, por supuesto, a los que no podemos perdonarles ese tipo de errores, pero que los tienen todos los días. Yo los voy coleccionando mientras leo la prensa, y esta deformación profesional me permite concluir que lo que peor usan los periodistas son las preposiciones. Las que yo aprendí de memoria cuando era niña son: a, ante, bajo, con, contra, de, desde, hacia, hasta, para, por, en, entre, sin, según, so, sobre, tras; pero ahora son algunas más, como los reinos de la naturaleza —que ya no son tres sino cinco o siete, algunos con nombres jamás oídos, como “monera”— o los sentidos, que ya no son cinco sino muchos más, entre ellos, el de la propiocepción, cuyo sentido aclara bien el diccionario.

Tengo, pues, unos ejemplos memorables, que transcribo aquí de la libreta en la que los voy consignando mientras me pregunto por qué son precisamente las preposiciones lo que no dominan. Estos son algunos: “El veto es el resultado a una decisión”; “estuvieron reunidos por diez días”; “…no dudarán de aplicar todas las medidas necesarias”; “el jefe de estado quiere que los países (…) que comparten unidad ideológica hacia la izquierda…”; “…las pinceladas de Willem de Kooning fueron duramente criticados por los años posteriores de la guerra”, que, además, tiene error de concordancia; y falta la clásica: “en base a”. Más allá de las preposiciones, hay otros hallazgos: en un texto destacadísimo, de página entera, pudimos leer esta afirmación, obviamente hecha por un o una periodista: “El periodismo es un ejercicio que necesita de mucha pasión, de mucho análisis y, sobre todo, de una gran importancia por el otro”. Un titular de este diario lo que hizo fue omitir la conjunción que era necesaria: “El CNE decidió que Colombia Humana ni progresistas pueden formar parte”. No faltan tampoco los errores ortográficos, algunos estremecedores, como el de la periodista que escribe “desastrozos”, o el que afirma, hablando de Geles, que “su istrionismo no fue sólo como creador…”; o este, de enmarcar, en un artículo sobre educación: “se debe enseñar ha hacer preguntas correctas”. En fin. Es claro que, en estos tiempos deshilachados, en que los dedos teclean de cualquier manera a la hora de escribir en WhatsApp, el uso correcto del lenguaje no tiene ya ningún prestigio; pero también que a las escuelas y universidades les falta rigor a la hora de enseñar las normas gramaticales y de corregir los trabajos escritos.

La primera columna que publiqué en El Espectador, hace ya muchos años, fue sobre la paulatina desaparición del punto y coma, cuya virtud consiste en que marca una pausa sutil, no la rotunda que implica el punto. Heroicamente, el punto y coma sobrevive. Sigue poniendo su matiz. Pero no estamos en un mundo de matices, como bien se sabe, ni de conciencia de que tanto el rigor del pensamiento como su capacidad subversiva y creadora sólo son posibles si conocemos a fondo nuestra lengua. Porque, como dijo Wittgenstein, “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

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jorge prada sanchez(96713)Hace 10 minutos
Es una barbaridad. Otra perla: "el juez evidenció", cuando lo correcto es "el juez dedujo evidente"
Celyceron(11609)Hace 3 horas
Si “solo”, es una palabra grave, porqué la tilda?
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