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Lo que (no) vemos venir

Piedad Bonnett

02 de marzo de 2025 - 12:07 a. m.
"La extrema derecha viene pisando duro en todo el planeta y actuando en ciertas cosas de modo semejante a lo que ya vio el mundo antes de la Segunda Guerra Mundial": Piedad Bonnett
Foto: EFE - CLEMENS BILAN

Todo parece indicar que el saludo nazi de Elon Musk no fue un mal chiste sino un signo que no debe pasar inadvertido. Y es que la extrema derecha viene pisando duro en todo el planeta y actuando en ciertas cosas de modo semejante a lo que ya vio el mundo antes de la Segunda Guerra Mundial. Aterra, por ejemplo, el ascenso vertiginoso de AfD en Alemania, partido que obtuvo el segundo lugar en los comicios con el doble de votos de los obtenidos en el 2021. Alice Weidel, su líder, maneja un discurso brutal contra los inmigrantes, las burkas y las chicas con velo, y promete deportaciones masivas, cero subsidios, y otras medidas radicales. Lo que alarma, por el peligro de que en unos años se olvide el “nunca más” que Alemania tiene como consigna, es que sus mayores votantes están entre los 18 y los 24 años. Por desgracia, Mertz, el ganador, aunque menos radical, también promete cerrar las fronteras a inmigrantes aunque soliciten asilo, y, como Trump y Milei, ha arremetido contra las políticas woke y el lenguaje inclusivo.

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Lo que pasa en los Estados Unidos no es menos grave. Elon Musk y Vance dieron su apoyo a Weidel, y muchas propuestas de Trump tienen tintes fascistas. Un artículo en El Espectador revela que, según John Kelly, general retirado de la Marina, Trump expresó que “deseaba generales a su servicio como los que tenía Adolf Hitler”. Sabemos de sus provocadoras fantasías expansionistas: comprar a Groenlandia, anexar a Canadá como otro estado, crear un emporio turístico en Gaza —qué desvergüenza— y adueñarse del canal de Panamá, entre otros; y de sus políticas antiaborto y su odio por la comunidad LGBTI. Ahora estamos viendo cómo agrede a la cultura: hace poco firmó un decreto que recortaba recursos a las universidades públicas —que por fortuna ya tumbaron los jueces— y una orden ejecutiva que promueve “una arquitectura cívica federal bonita” que consiste en que solo se deben construir edificios “neoclásicos, regionales o tradicionales” (!!!). Netanyahu, otro hombre de derecha, no se queda atrás con sus infames políticas de arrasamiento de Gaza. Pero hace poco sucedió algo insólito: la policía israelí allanó Educational Bookshop, la librería palestina más importante de Jerusalén; incautó muchos de sus libros y detuvo a algunos de los libreros y a dos de sus dueños, acusándolos de “alteración del orden público”. ¿No recuerdan estos hechos, acaso, la censura de Hitler al arte, la música y la literatura que lo incomodaban?

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Muchos analistas han señalado ya similitudes con ese pasado. Este diario nos recordó el gran error del ministro británico Chamberlain al suscribir el Pacto de Múnich, que entregó un pedazo de Checoeslovaquia a Hitler a cambio de que no invadiera Inglaterra y Francia, pacto que el führer traicionó. Algo parecido estamos viendo en las negociaciones entre Trump y Putin, que pretenden que Ucrania ceda la explotación de parte de sus tierras a Estados Unidos a cambio de parar la guerra. Churchill fue uno de los pocos que vio venir el horror y, finalmente, en alianza con Eisenhower y Stalin, pudo detenerlo, pero después de mucho dolor y millones de muertes. Dijo Marx que la historia se repite, primero como tragedia y después como farsa. Y los fantoches no son menos peligrosos. Abramos los ojos.

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