A raíz de la polémica sobre el metro hemos podido ver cómo afloran las actitudes patriarcales de algunos de nuestros gobernantes. El ejemplo máximo lo tuvimos en las palabras del ministro de Transporte, Guillermo Reyes, que vale la pena repetir: “Si no se acepta, como se ha venido diciendo, que se hagan las modificaciones propuestas, dentro del marco jurídico, pues el Gobierno también, en la medida que financia el 70 % de los otros proyectos, los otros proyectos se van a tener que parar”. Habló el ministro como esos machos proveedores que se valen de su poder económico para manipular a los miembros de su familia. Como esos padres autoritarios que les dicen a sus hijos que si no estudian ingeniería o derecho en vez de literatura o música no les van a pagar la matrícula. O como el marido que, como da la plata para el mercado, dice qué se compra y qué no. El que tiene la plata pone las condiciones. Que su amenaza nos remite a las pataletas domésticas de padres y maridos envalentonados quedó plasmado en el argumento de la senadora Angélica Lozano cuando le respondió recordándole que lo que maneja son recursos públicos, que lo que está en discusión no es “la plata de las cortinas de la casa”.
Otro tic del machismo autoritario es querer decir siempre la última palabra. La mujer puede argumentar divinamente, pero él siempre tendrá algo que añadir. Porque él siempre sabe más. El presidente Petro no quiere hacer el metro elevado, ya en proceso de construcción, porque según él es “una chambonada” y “un esperpento”. Lo dice sin ser un experto y sin tener en cuenta que hay numerosos ejemplos de metros elevados estéticos y eficientes. Como dijo sabiamente un tuitero, @samuelescritor, “ese vicio de devolverse de lo ya definido porque «alguien» arriba opina distinto o no le gusta lo que ve es parte de nuestra identidad. «Porque no me parece» es una frase que debería estar en el escudo en lugar de «Libertad y orden»”. Y como escribió con gracia Ramiro Bejarano: “Menos mal que a Petro no le disgustan el Capitolio, el Palacio de Justicia y la propia Casa de Nariño”. Ahora bien, no se contradiga al padre, porque él puede ir muy lejos, inclusive poniéndose en riesgo de hacer el ridículo. “Aceleraré mi viaje a China para buscar opciones con el gobierno de ese país en relación con el metro de Bogotá”, dijo el presidente, desconociendo que esa es una decisión que no le corresponde al Gobierno nacional. Como quien dice: “no, niña, aquí se hace lo que yo digo. ¿Que por qué? Porque aquí mando yo”. El humor colombiano salió a flote otra vez cuando un comentarista se burló de esta salida presidencial diciendo que el presidente se equivoca creyendo que eso es como ir a buscar descuentos en una remesa de tenis.
Dos casos más de misoginia y machismo: el indignante tuit del exrepresentante a la Cámara por el Polo Navas Talero, que pareciera desconocer que las palabras pueden poner a otros en riesgo: “Propongo una colecta para comprar un silenciador y callar a la alcaldesa”. Y el gravísimo de acoso sexual y laboral de Pedro Santana, asesor del ministerio de Salud, que acaba de salir a la luz, sin que la ministra Corcho se pronuncie. Aquí estamos las colombianas esperando que reaccione.