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Petro: entre la ligereza, la provocación y la desmesura

Piedad Bonnett

13 de octubre de 2024 - 12:05 a. m.

Gustavo Petro ha ido perdiendo credibilidad aceleradamente, pues en los dos años que lleva de gobierno no ha hecho sino caer en imprecisiones y ligerezas y en hacer declaraciones imprudentes y provocadoras. En 2023, por ejemplo, dijo que uno de sus mayores éxitos era haber reducido en cuatro meses, gracias a un plan de choque, la mortalidad infantil. El cuerpo médico, y hasta un exministro de salud, mostraron que estaba usando las estadísticas de forma equivocada, algo que le pasa a menudo. Hace poco hizo una aseveración más grave: en medio de la efervescencia de un discurso, afirmó que el exfiscal Barbosa entregó al Clan del Golfo las tierras usurpadas por los paramilitares que habían sido dadas por ellos en calidad de reparación. Según Petro, las tierras pasaron de unas manos mafiosas a otras iguales. El exdirector de Justicia Transicional se apresuró a aclarar, sin que hasta el momento nadie lo haya desmentido, que esos bienes fueron trasladados por la Fiscalía al Fondo de Reparación de las Víctimas, la instancia encargada de entregarlos, y que en caso de ser cierta la acusación ese Fondo sería el responsable. En otro caso, como denunció El Espectador en un editorial reciente, el presidente Petro acusó al alcalde de Medellín de conflicto de intereses en lo que se refiere a ISA “ya que su hermana tiene un alto cargo en la empresa”. El editorial aclaraba que la hermana trabaja en una filial, no en ISA, y que ni siquiera tiene un alto cargo ahí. Y podríamos seguir dando ejemplos de falta de rigor y seriedad del presidente.

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Y ni se diga la poca pertinencia del contenido de algunos de sus discursos: en su reciente intervención en la ONU no habló ni una sola vez de Colombia, ni tampoco del fraude electoral de Venezuela, sobre el que se esperaba pronunciamiento, y en cambio, se concentró, como siempre, en la destrucción inminente del planeta. Un discurso centrado en la crisis climática que repitió casi de manera idéntica en el Conversatorio de la Jurisdicción Constitucional en Manizales, cuando se esperaba que aprovechara la ocasión para referirse a sus tensiones con las Altas Cortes.

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Otras veces Gustavo Petro peca de imprudencia, como cuando dijo que Claudia Sheinbaum fue miembro del M-19, movimiento que, según él, se da entonces el lujo de haber puesto ya dos presidentes en América Latina. Everth Bustamante, exM-19, que estuvo al frente de las relaciones del grupo guerrillero, de inmediato lo desmintió y aclaró que este movimiento no realizó nunca actividades clandestinas en México. Y también, y sobre todo, Petro peca de desmesura; por ejemplo, cuando calificó de “asesinos” a los que gritan “¡Fuera Petro!”, o cuando usa el calificativo “nazi” indiscriminadamente y de manera irresponsable, como en 2022, que escribió en Twitter: “nazis en RCN”. Peca también del mismo mal cuando, en vez de responder al comunicado del CNE –ciertamente polémico– con la sindéresis de un jefe de Estado, pide al “pueblo”, a gritos e incendiariamente, que se declare en asamblea permanente por el hecho de que van a investigar los topes de su campaña. Los miembros del CNE, faltos de rigor ellos también, le dieron papaya a Petro de mostrarse otra vez como víctima, un papel que insiste en desempeñar.

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