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EN SU DISCURSO DE POSESIÓN EL presidente Santos no mencionó ni una vez la necesidad de trabajar por la conservación del medio ambiente.
Que esta omisión fue reveladora, lo pone en evidencia la entrevista que dio para la revista Semana su recién nombrado ministro, Gabriel Vallejo. A mí esa entrevista me puso nerviosa, porque me hizo fantasear con qué pasaría si me nombraran, por ejemplo, directora de la Nasa o de un criadero de pollos, y yo, confiada en mi capacidad de aprender, dijera que sí, y unas semanas después me tocara hablar del tema con apenas un barniz informativo.
El ministro me pareció muy aplicado y bien informado, y hasta me hubiera enternecido con sus respuestas si no supiera que en sus manos está una parte muy importante del destino de este país. Sí, es muy loable que el ministro Vallejo manifieste que “yo tengo humildad para aprender y quiero acertar”, pero creo que es triste que lo pongan a él en la tarea de asimilar a toda mecha este difícil tema, cuando hay ambientalistas que han dedicado a estudiarlo media vida. Sí, es verdad que “ser ministro de Ambiente es también ser gerente”, pero asumir ese cargo implica, ante todo, tener posturas políticas claras que nazcan de reflexiones éticas sobre lo que está pasando con el cambio climático del planeta.
El ministro Vallejo asegura, por ejemplo, que el fracking o fracturación hidráulica, que puede causar contaminación de todo tipo y que implica enorme consumo de agua, se puede hacer en Colombia de manera responsable, a pesar de que en Estados Unidos y Canadá los pozos han fallado por estar mal construidos. “No puedo garantizar que esto no vaya a pasar — dice el ministro— pero sí puedo asegurar que estamos tomando todas las precauciones para que no pase”. ¿Ustedes qué creen, cuando aquí ni siquiera logramos poner bien las losas de Transmilenio? “Es un proceso, una decisión de Estado, que va a generar empleo y crecimiento”. Ojalá. Pero lo que ya vemos no da mucha confianza: acaban de anunciarse las licencias ambientales “exprés” que privilegian el “procedimiento oral” para evitar la engorrosa tramitomanía.
En la misma revista Semana el filósofo Michael Sandel, que se ocupa de reflexionar sobre la economía de mercado desde una perspectiva ética, pareciera acotar los planteamientos hechos por el ministro. “Los mercados son tan atractivos —dice— que nos hacen olvidar las preguntas esenciales de nuestra existencia. Así, han terminado por hacernos pensar que podemos ahorrarnos la necesidad de tener una ética y un compromiso con los asuntos sociales y políticos que deberían importarnos”. Y es que, en lo relativo al medio ambiente, el conflicto es siempre ético, porque surge de la incompatibilidad entre las prácticas de producción del capitalismo industrial, cuyo único objetivo es el crecimiento económico continuo y un mundo que ya ve los estragos del cambio climático. Obligar a cambiar las tecnologías causantes del efecto invernadero y otros desastres es una decisión política que implica enfrentarse a poderosos intereses económicos.
Para presionar a los complacientes regímenes que sólo apuestan por el crecimiento económico sacrificando el medio ambiente, habrá hoy 21 una marcha mundial que en Bogotá se llama Marcha X el Clima. Creo que todos debemos marchar.
