Entre los muchos horrores que está propiciando Trump con la brutalidad que lo caracteriza, está la de fomentar el nacionalismo, una ideología de la que se vale cada vez más la ultraderecha para afirmarse, aunque a veces también la izquierda.
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En Los argumentos contra el nacionalismo, un excelente y detenido análisis que les recomiendo, Alex Nowraesth y Ilya Somin muestran que el nacionalismo parte de la premisa “mi tribu es la mejor, tu tribu es la mala…”, y no se concibe sin la discriminación étnica y racial. Y es que cuando el arrogante Trump ruge su lema, Make America Great Again, MAGA, que propone revivir un supuesto pasado glorioso, lo que en realidad quiere es que el presente se construya con la que él piensa que es la “cultura mayoritaria” de su país: los fundadores blancos anglosajones, que para él son la “esencia” de su nación, su tribu, esa que discrimina y desprecia todas las demás. Para el supremacismo blanco al que Trump representa, la pluralidad cultural de los migrantes —a los que califica de vagos, criminales, ignorantes— pone en peligro la supuesta identidad de los Estados Unidos. Los autores del ensayo nos recuerdan que de la mente conspiranoica de esa ultraderecha fue que nació la teoría del “gran reemplazo”, que plantea que hay unas instancias poderosas interesadas en llenar los Estados Unidos de inmigrantes que se apoderen de los empleos, los subsidios y los privilegios de los “verdaderos” norteamericanos.
Como nos recuerda el ensayo, la discriminación basada en la identidad ha llevado muchas veces a la persecución de las minorías, cuando no al genocidio. Un caso reciente fue el de los rohinyás, una minoría étnica musulmana que fue expulsada de forma violenta por el ejército de Myanmar ante la mirada indolente de las mayorías y de su consejera de Estado, la famosa Aung San Suu Kyi. Y el más atroz es, sin duda, el nacionalismo racista del nazismo en Alemania, que exterminó a judíos, gitanos, enfermos mentales, etc. No se descarta que un líder infatuado y rodeado de radicales repita en algún momento la barbarie. La derecha de los países ricos ha convertido en chivos expiatorios de sus males a los migrantes. Su humillante expulsión de Estados Unidos es una de las manifestaciones de una política que se cierra al mundo intentando proteger la cultura dominante, que ahora se apoya en una plutocracia. El desmantelamiento abrupto de Usaid es una prueba de ello. Como han dicho los analistas, tarde o temprano las medidas de Trump terminarán afectando a los mismos norteamericanos.
Para Reyes Mate, filósofo y escritor español, en un tiempo en que la migración se ha multiplicado como nunca antes, y en la que ejércitos enormes de desamparados, huyendo de la guerra, los desastres naturales y el hambre, recorren distancias inmensas afrontando toda clase de peligros, el nacionalismo ya no es una opción. La diáspora es hoy una realidad insoslayable. Y en un mundo cuyo signo es el movimiento, la patria puede estar en cualquier parte. Lo triste es que la política nacionalista de Trump, que se ejerce con amenazas económicas, está despertando el patriotismo en los países agredidos, los cuales fácilmente pueden apertrecharse, ellos también, en nocivos nacionalismos.