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"Un hombre nuevo"

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Piedad Bonnett
31 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.
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Que a John Jairo Velásquez, el lugarteniente de Pablo Escobar, le haya sido otorgada la libertad condicional después de purgar 23 años de cárcel, es una decisión que nadie puede cuestionar desde el punto de vista legal, porque todo indica que no tiene procesos penales pendientes, que colaboró con la justicia y que pudo rebajar penas adelantando 14 diplomados y algunos trabajos de recuperación ambiental.

Popeye logró, además, el cuarto mejor puntaje del Icfes en Boyacá. Tantas cosas positivas hizo en prisión, que uno se pregunta qué habría sido de su vida si en vez del camino del crimen hubiera elegido el arduo de la honestidad y el trabajo. Lo que queda claro es que aquí legalidad y justicia no son la misma cosa, pero también, en un momento en que muchos queremos la paz, que la reincorporación social de los que han pagado sus delitos es algo que tendremos que aceptar si no queremos perpetuar la cadena de odios. Popeye ha dicho que de la cárcel ha salido convertido en “un hombre nuevo” y ha pedido una oportunidad. Yo me pregunto si esta sociedad, siendo consecuente, está dispuesta a dársela.

La de Popeye es la síntesis hiperbólica de la vida de un sicario: según confesión suya, participó personalmente en más de 300 crímenes y organizó o coordinó más de 3.000. Por delitos similares Dandenys Muñoz, alias La Quica, purga 10 cadenas perpetuas en una cárcel de EE.UU. Estoy segura de que si un novelista o un guionista de cine —salvo que fuera Tarantino— creara un personaje con sus características, a nadie le parecería verosímil. “Para nosotros en la guerra todo tenía una justificación —le dijo hace un tiempo a la revista Semana—. Por ejemplo, al periodista Jorge Enrique Pulido, el patrón mandó matarlo solamente porque entrevistó en televisión a la mamá de Rodrigo Lara. Al jefe de la Policía de Medellín, el coronel Valdemar Franklin Quintero, solamente porque paró en un retén a su esposa María Victoria y a su hija Manuela, y retuvo a la niña dos horas. Al exgobernador de Antioquia Antonio Roldán Betancourt lo habíamos matado unos días antes por accidente (…) En esa época todos los días había un muerto”. Cuando el periodista le pregunta si es verdad o mito que quemaban vivas a sus víctimas o se las daban a comer a los perros, Velásquez contesta, un tanto ofendido: “Eso es mentira. Nosotros somos sicarios profesionales, no caníbales”.

Pues bien: hoy Popeye, que nunca pareció temerle a nada, le teme a la libertad y dice que se está preparando con asesoría sicológica para enfrentarla. Razón tiene, porque deben tenerlo en la mira sus innumerables enemigos y ya fueron asesinados casi todos los que fueron sus compañeros de cartel. Poco le habrán de servir sus 14 diplomados, porque probablemente tendrá que vivir escondido o en un lugar lejano, bajo otra identidad y sin nada familiar en su entorno. Pero es que Popeye ya había quedado atrapado desde que ingresó al orden jerárquico de la mafia. “En el mundo de los bandidos las órdenes no se discuten. Uno se aprieta el corazón, hace lo que le dicen y sigue pa’delante”. La gran paradoja es que ahora, cuando es realmente libre, Popeye, que ya pagó su condena, está más preso que nunca.

 

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