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Una historia mínima

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Piedad Bonnett
01 de octubre de 2023 - 02:00 a. m.
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Dice el dicho que “la curiosidad mató al gato” y eso fue lo que le pasó a Tristán, un gato persa ya viejo, y sin embargo bello y de andar solemne, que no resistió el deseo de asomarse por el pequeño espacio de una ventana entreabierta que hasta ese día él había visto siempre cerrada. Una empleada del edificio vecino vio cómo Tristán deslizaba medio cuerpo hacia afuera y quedaba en vilo sobre el abismo de cinco pisos que lo separaban del suelo, cómo se debatió cuando se percató del peligro, y cómo, sin modo de echar reversa a través del estrechísimo espacio que lo tenía atrapado, fue vencido por la ley de la gravedad y cayó en la rampa de entrada de automóviles. Esa persona corrió a dar aviso al portero del edificio contiguo, y este llamó de inmediato al apartamento de Tristán, donde solo estaba Aurita, la empleada, una aguerrida mujer chocoana, que aterrorizada bajó hasta el lugar de los hechos. Ya Bryan, “el todero” del edificio –como llamamos familiarmente al que puede resolver todos los asuntos– había puesto a Tristán, que sangraba por la boca y se quejaba lastimeramente, sobre una tabla improvisada, mientras Jonathan, un arquitecto que trabajaba en reparaciones a la fachada, y Juan Felipe, un joven universitario que bajó raudo de su apartamento, se inclinaban sobre el animal sobreviviente a fin de ayudar en aquella circunstancia inesperada.

Sin pensarlo dos veces, Juan Felipe sacó el automóvil de su familia para llevar a Tristán a urgencias, y en el carro tomaron asiento Bryan, que lo llevaba en brazos, Aurita, y Jonathan, de quien después se supo es un fervoroso animalista. En la veterinaria aquel grupo de rescatistas tuvo que oír que a pesar de los esfuerzos ya no había nada que hacer. Aurita le dio la noticia por teléfono a Teresa, la dueña del gato, que a todas estas estaba fuera de su casa, y las dos se dolieron de la pérdida del animal que las había acompañado por años. Teresa, mi amiga de toda la vida, que heredó a Tristán cuando murió su cuñada, Isolda –de ahí el nombre del gato– es una mujer mayor, inteligentísima, de una lucidez espléndida, un humor muy fino, y una humanidad enorme, que desde siempre ha tenido y querido a los animales. Y aquí la historia da un giro. Cuando Teresa llamó a dar las gracias a Juan Felipe se deshizo en un llanto que, a pesar de su sensibilidad, no es en ella nada frecuente. Conmovida, la familia del joven la invitó entonces a tomarse un café, y se ofreció a regalarle un gato que llenara el vacío de Tristán. Fue así como Teresa recibió unos días después, de manos de Juan Felipe, a Anubis –nombre de un dios egipcio elegido por los donantes– y para bautizarlo simbólicamente invitó a una pequeña pero cálida celebración a todos los protagonistas: a la joven testigo de la caída, a Brandon, a Jonathan, a Juan Felipe, a sus padres, y, por supuesto, a Aurita. Cuento esta pequeña historia de solidaridad y sentido de comunidad porque creo que es apenas un ejemplo de muchas otras que seguramente suceden a diario, pero que no vemos, concentrados como vivimos en noticias desalentadoras. Y porque todos los rescatistas son veinteañeros, algo que nos hace tener esperanzas en el futuro.

PD: Infames las aseveraciones de Uribe sobre Rodrigo Uprimny, un intelectual admirable. Nuestra solidaridad con él.

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NAVY(47439)03 de octubre de 2023 - 12:59 p. m.
Esas historias mínimas nos hacen llenarnos del optimismo que nos resta tanta mala noticia y mezquindad política.
Dorita(37038)02 de octubre de 2023 - 05:30 a. m.
En una historia breve se aprecia la fina filigrana que teje una escritora impecable.
Leandro(exbqo)01 de octubre de 2023 - 05:27 p. m.
Una historia MININA bien narrada como para variar en este estercolero donde confluyen todas las alcantarillas.
Mar(60274)01 de octubre de 2023 - 05:03 p. m.
Que bueno que la tutora del gato (no me gusta decir dueño, dueña, suena a una superioridad que no tenemos, los animales no son cosas, es como decir que el papá o la mamá son dueños de los hijos) encontró ese acompañamiento en ese trágico y muy triste suceso y que encontró a personas muy sensibles que comprendieron su profundo dolor. Es muy alentador leer casos así, ver como los animalitos nos unen y nos hacen ser mejores seres.
Carlos(87476)01 de octubre de 2023 - 04:48 p. m.
Linda historia.
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