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Una máquina incompetente

Piedad Bonnett

04 de diciembre de 2022 - 12:30 a. m.

Escandalizan muchos datos del “Informe nacional de competitividad 2022”, pues constituyen un verdadero diagnóstico sobre las incapacidades del Estado colombiano y la negligencia de los gobiernos, su carencia de prioridades y de imaginación. Unos ejemplos: en el Índice Global de Innovación Colombia se ubica en el puesto 63 entre 132 países; el 94 % de las vías terciarias del país (que representan el 69 % de la red vial) se encuentran en mal estado; en el país hay 38 investigadores académicos por cada millón de habitantes, mientras en Argentina hay 1.211, y somos el país de la OCDE con menor penetración de internet de banda ancha*. Podríamos seguir con las malas noticias, pero hoy me concentraré sólo en una: mientras que “una pequeña empresa en Colombia dedica 524 horas a trámites burocráticos en el año, en Brasil son 114,5 horas”. No me imagino cómo será la diferencia con Suiza, el país con la mayor competitividad del mundo.

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“La burocracia es una máquina gigantesca gobernada por pigmeos”, dijo Balzac. Pero lo malo no es que esta máquina exista, sino que sea un aparato incompetente, que maltrata al ciudadano, un tribunal inapelable frente a cuyas ventanillas o ventanas cibernéticas nos sentimos impotentes y desesperados. Y es que hay que ver los absurdos a los que nos podemos ver expuestos cuando se nos atraviesa un burócrata inflexible y sin voluntad de servicio. O cuando nos topamos con normas sin lógica ninguna. En estos días tuve, por ejemplo, la oportunidad de oír los requisitos imposibles que la secretaria de una escuela pública de un barrio pobrísimo exigía, con tono inmisericorde, a una mujer inmigrante venezolana que quería matricular a su niño y que quedó al borde del colapso nervioso. También pude ver cómo en un museo del Estado, que convocó un evento que iba hasta las ocho de la noche, el portero les negaba la entrada, sin apelación, a los que llegaban a la última conferencia —incluso al que argumentaba que eran las 6:02— “porque el museo cierra a las seis”. A ese mismo museo alguna vez no pude ingresar porque llevaba una sombrilla mojada que no podía entrar pero que tampoco me permitieron dejar afuera. Tampoco se salvan las entidades privadas y las universidades. Una de estas, que me invitó a dar una charla, me exigía, además de los documentos de rigor, RIT, antecedentes de Policía, Contraloría y Procuraduría. Y un informe médico de que estaba en facultad de dictarla. Hay casos aún más inverosímiles de empleados obtusos: en una clínica privada de Bogotá, a un amigo le negaron el recurso de un lavado intestinal “porque ese procedimiento incita al aborto”. A una familia que debía cancelar el seguro de un difunto el funcionario le insistía en que sólo podía cancelarla el titular. Y a un conocido un banco le exigía resolución de pensión actualizada. ¿Habrase visto?

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Nota. ¿A alguien puede parecerle “normal”, como a Miguel Caballero, representante del Coliseo Live, el desmayo de 279 personas por ataque de ansiedad en el concierto de Harry Styles, pues según asistentes “había tanta gente que no había para dónde moverse”? ¿O es más importante el trancón de la 80? ¿Nos estaremos abocando a una tragedia como la sucedida en Corea?

* “El Tiempo”, viernes 18 de noviembre de 2022, 1-2.

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