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Hace poco solicité una visa de turismo para viajar al Reino Unido, visa que ya tengo en mi mano.
Todo el proceso en el consulado funciona como un mecanismo de relojería, algo que se espera de una nación que se precia de ser altamente civilizada: las instalaciones son muy buenas, no hay colas, la puntualidad es total, los funcionarios son amables. A tal punto, que cuando uno llena la encuesta sobre la calidad del servicio sólo puede calificar el mismo de excelente. Sin embargo, detrás de la elegancia inglesa sigue palpitando la desconfianza en los colombianos, y asomándose la misma tiranía soterrada que durante años hemos debido soportar cuando estamos obligados a pedir una visa, y que se traduce en requerimientos previos que a mí me suenan excesivos o inflexibles. En este caso, llevar los pasaportes de los últimos 10 años y si alguno se ha extraviado “adjuntar movimientos migratorios expedidos por la Unidad Administrativa Especial de Migración en Colombia”; anexar una fotografía con orejas destapadas (la mía no la aceptaron porque tenía flequillo sobre la frente y la persona del centro fotográfico más cercano tenía una provisión de ganchos para peinarnos como niños a todos los devueltos); aportar evidencia del estado civil: certificado de matrimonio, unión civil, divorcio o certificado de defunción de su cónyuge. (¿Como para qué?). Pellizquitos de mamá para irritarnos. Menciono el Reino Unido sólo como un ejemplo, incluso de los menos atrabiliarios. Recordemos las inclementes colas a la intemperie y desde la madrugada que hace unos años había que hacer en el consulado de España, o las restricciones y el mal trato que en otros tiempos debimos soportar cuando queríamos ir a México.
Es posible que las humillaciones que hemos sufrido durante años en consulados y aeropuertos se expliquen porque durante años mafiosos colombianos y malandros de toda laya han ido delinquiendo por el mundo, creándonos la peor fama y propiciando la discriminación y el prejuicio. Claro que sí. Pero ellos, precisamente, son la prueba de que tantas talanqueras de poco sirven. O si no, ¿cómo hicieron para llegar a Londres los más de 100 colombianos que acaban de aprehender por estar dedicados a robar y a asaltar? ¿Es que a ellos no los investigaron antes de darles una visa?
Por fortuna, las cosas están cambiando aceleradamente: los Estados Unidos han hecho más amable el trámite de visas y son ahora más generosos al otorgarlas; y, según Rajoy y la canciller, ya es un hecho que habrá exención de visados para viajar a la UE. En este último caso hay que abonarle un logro al Gobierno, pero también aclarar no es que ahora nos aprecien más sino que las circunstancias se volvieron propicias. Por una parte, a raíz de la crisis europea de buena parte de Europa, esta ha vuelto hacia nosotros los ojos en busca de negocios, y por otra, la amenaza para ellos proviene, en este momento, no de los latinoamericanos que ya saben que allá hay pocas oportunidades de trabajo, sino de los ejércitos de migrantes de África y Asia, para los cuales Europa es una oportunidad de supervivencia. Por lo que sea, en todo caso, es algo que nos alivia la vida.
