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Viendo llover en Macondo

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Piedad Bonnett
20 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.
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“Ya esto me lo sé de memoria —dice Úrsula Iguarán en Cien años de soledad—. Es como si el tiempo diera vueltas en redondo”. García Márquez señaló así, a través de su personaje, que una de las pestes que nos agobian es la de la eterna repetición: desde las dictaduras latinoamericanas —representadas en una sola y eterna a través de la estructura cíclica de El otoño del patriarca— hasta las incontables guerras de este país, que renacen una y otra vez como las cabezas de la hidra. Dentro de esas repeticiones cíclicas podrían contarse también las tragedias causadas por el invierno, esas que vemos cada año a través un despliegue de imágenes aterradoras, que nos hacen creer que frente a los embates de la naturaleza no tenemos nada que hacer, salvo socorrer a los damnificados.

Es verdad que no podemos salvarnos totalmente de dichos embates, pero sí minimizar sus efectos devastadores con medidas preventivas, como se ha ido logrando frente a los terremotos, con construcciones sismorresistentes, o los huracanes, previendo su llegada y tomando medidas muy precisas para superarlos. Pero para eso se necesita conciencia de las prioridades, voluntad política y apoyo de la ciencia, el conocimiento y la tecnología.

Un ejemplo patético de cómo la inercia de años y la lentitud de las medidas tomadas por gobiernos indolentes pueden llegar a afectar a una comunidad hasta la desesperación son los desbordamientos del río Cauca en San Jacinto (Bolívar). El Espectador del viernes 13 de mayo de 2022 tituló, refiriéndose a los 100.000 damnificados de esa región: “Cuando venga la temporada de lluvias no va a quedar nada, dicen en La Mojana”. Por aquellos días la fuerza del agua se había llevado las obras que adelantaba la administración municipal, pero el gobernador de Sucre, Héctor Olimpo Espinosa, aseguraba que la ruptura del sector de Cara de Gato estaría solucionada en 15 días. Seis meses después los habitantes de La Mojana acaban de anunciar que entrarán en paro total a partir del 23 de noviembre, “a raíz del incumplimiento del Gobierno Nacional y la negativa para iniciar los trabajos de tapar el chorro de Cara de Gato”. Una nota de Infobae trae este testimonio: “La Mojana completó 15 meses inundada, ya comenzaron a aparecer las enfermedades virales y las ayudas son solicitadas con urgencia por los damnificados (...) Nosotros venimos de una pandemia, del rompimiento de Cara de Gato y ahora nos remata Hidroituango, quiere decir que nosotros desaparecemos de toda esta región. Aquí no aguantamos un golpe más, no tenemos cómo enfrentar esto”. “Esto” es ni más ni menos que el blablablá histórico del que habla García Márquez.

Todos los expertos están de acuerdo en que hay fallas en la implementación de las políticas de gestión de riesgo, que falta articular las instituciones que pueden ayudar a evitar estas tragedias, que hay medidas como los jarillones o el dragado que no son suficientes, que hay que parar la tala de bosques, la minería ilegal, etc. Está bien que este Gobierno se apreste a socorrer a los damnificados. Ya que está tan consciente de combatir el cambio climático, es importante que invierta en prevención los recursos que en el próximo invierno tendrían que destinarse a ayudar a los damnificados.

Nota. Mi solidaridad con Cecilia Orozco.

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