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Vociferantes & manipuladores LTDA.

Piedad Bonnett

05 de agosto de 2018 - 12:05 a. m.

Lo raro habría sido que el senador Uribe hubiera actuado de una manera distinta. Que en vez de haberse dedicado a hacer de su problema judicial un espectáculo con el propósito de manipular emociones y desfigurar los hechos, hubiera reaccionado con austeridad digna de su investidura. Pero no: como es habitual, reaccionó primero con cabeza caliente, y con cara de víctima anunció que renunciaría a su curul, para recular después; y enseguida, “cargado de tigre”, arremetió descalificando a la Corte, hablando de “montaje” y “complot” en su contra, “polarizando y deslegitimando a la justicia con barras bravas”, como bien dijo Angélica Lozano. Porque no otra cosa que barras bravas fue lo que se vio en Neiva, cuando un grupo de personas lideradas por Julio Bahamón, excandidato uribista a la gobernación de Huila, se manifestó a favor de Álvaro H. Prada y de Álvaro Uribe. Bahamón no tuvo empacho en gritar, megáfono en mano —como en otras épocas su admirado líder—, que no van a permitir “que una corte corrupta, sin ninguna autoridad en este país”, vaya a atentar contra la “dignidad” del expresidente. Y, como parte de la arenga: “Somos unos guerreros y como guerreros vamos a defender a A.U.V y a Álvaro H. Prada”. No extraña nada ese lenguaje belicoso en miembros de un partido que llegó otra vez al poder atacando la paz.

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El Centro Democrático se apresuró a decir que manifestaciones de esa naturaleza no tienen su aval. Quiere decir que su jefe tira la piedra y esconde la mano. Porque lo que propician actitudes como la suya es crear situaciones de hecho —enardecer a sus partidarios— en consonancia con su controvertible concepto político de Estado de opinión que, como bien han vuelto a explicar en estos días algunos analistas, propone que los deseos de las mayorías pueden llegar a primar sobre el Estado de derecho. Un principio populista que puede derivar en totalitarismos que aplasten los derechos de las minorías.

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Pero mientras unos gritan. otros manipulan la opinión creando dudas en ella. El periodista Luis Carlos Vélez, por ejemplo, especula en su columna de El Espectador, titulada muy provocadoramente “¿Congreso para Farc y cárcel para Uribe?”, si no será todo esto “el camino” para llevar a Uribe Vélez a la JEP. Y se pregunta si, de ser así, “tendría ese tribunal la misma generosidad con el exmandatario que ha demostrado hasta ahora con los miembros de las Farc (sic)”. Las dudas del columnista simplifican deliberadamente lo que es complejo: porque la JEP apenas comienza el juicio a los miembros de las Farc. Y si hoy están en sus curules es porque hay que cumplir los acuerdos de La Habana, los que lograron que hoy hayan depuesto las armas. Y por el camino la JEP hará la tarea de juzgarlos. Pero enredar estos argumentos comparando lo incomparable es sencillísimo. Y más contando con una “opinión” acrítica, dispuesta a no ver, a no esperar, a descalificar de antemano a la Corte y a creer ciegamente en su mesías, el de la mano al pecho, sobre su sagrado corazón.

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