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La capacidad de narrar historias es la primera competencia suave del 2023 según análisis de Coursera.
Las competencias digitales, las de mayores cambios, van de la mano de las competencias llamadas suaves. Los mercados laborales, oferta y demanda, están cambiando de forma incesante en todo el mundo y cambian porque las competencias que reclaman hoy y exigirán mañana son diferentes a las de hace muy pocos años. Confluyen el cambio tecnológico, los efectos de la pandemia, los graves líos de la geopolítica, el apretón económico de los años por venir.
El tema es crucial porque en una sociedad como la colombiana, con los niveles de desempleo juvenil que registra, tenemos poco margen de maniobra para adaptarnos a las nuevas condiciones de los mercados laborales, sean regionales o externos.
El informe preparado por Coursera, “Competencias laborales en el 2023″ (The Job Skills of 2023, 01/23) arroja información y análisis que nos podría ser de utilidad en Colombia. Dentro de los 113 millones de individuos que aprenden en los cursos ofrecidos en la plataforma, ofrecidos por empresas y universidades, Coursera se concentró en los cuatro millones de estudiantes procedentes de empresas de más de 100 países.
Las competencias más solicitadas en el ámbito de las digitales son la del desarrollo de software “scrum”, basado en metodologías que se aplican en el marco del trabajo ágil, colaborativo, por proyectos (queda atrás la concepción totalizante de productos, sustituida acá por estrategias incrementales). Le siguen las de visualización de datos y las asociadas a herramientas que promueven la satisfacción del consumidor (para las demás, véase el informe).
En cuanto a las blandas, el primer lugar lo ocupa la competencia de narrar historias (“storytelling”), seguida de la gestión del cambio y el desarrollo organizacional. La primera resulta de crucial importancia en cualquier contexto laboral, privado o público. Yuval Harari, el historiador de Sapiens, habla de la ausencia de narrativas en la actualidad, de nuestra desorientación. Contar historias es una competencia que se puede aprender. Va más allá de las herramientas técnicas que, finalmente, pueden manejarse con menor o mayor maestría. Finalmente, ¿qué es lo que se quiere decir, qué quiero contar?
Se esperaría que los gobiernos, las empresas y la academia estuvieran pendientes de cuáles son las tendencias en materia de competencias y que procedieran a hacer cada uno lo suyo. Las empresas invirtiendo más en su talento humano, contribuyendo a calificarlo en contextos de cambio veloz y de retenerlo; los gobiernos dando la pauta y orientando acerca de las nuevas necesidades pensando en los niños y jóvenes que serán parte de la fuerza laboral dentro de pocos años. La academia, impulsando los cambios que contribuyan a la formación en dichas competencias.
Hay, detrás del informe, varios temas espinosos.
El primero: ¿Hasta cuándo seguiremos anclados en la cultura limitada a la obtención de cartones universitarios, rebajando la importancia de las competencias? ¿Hasta cuándo las empresas (del gobierno, ni se diga) seguirán fomentando en sus departamentos de recursos humanos el enganche basado en títulos? Las empresas que se deciden por una estructura laboral basada en competencias tienen más herramientas para asignar su talento de forma efectiva, retenerlo, innovar, aplicar prácticas inclusivas.
El segundo tema, ineludible y sin solución masiva se refiere a una competencia imprescindible: la del auto-aprendizaje. Acceder a la formación en competencias digitales y suaves puntuales se enmarca, en realidad, dentro del aprendizaje para toda una vida, en la adquisición de competencias puntuales que niños y jóvenes, adultos jóvenes, maduros y mayores, pueden obtener con la condición de contar con la capacidad de estudiar por cuenta propia. Las ofertas (de variada calidad, incluyendo las buenas y excelentes) están disponibles en la red.
De manera paradójica, el mundo actual de la revolución en las tecnologías digitales también va de la mano de la distracción suprema de la atención, la incapacidad de comprender textos, de narrar historias. De ahí el tamaño del desafío.
